Desde el famoso «manda huevos» de Federico Trillo cuando era presidente del Congreso de los Diputados, a los políticos les encanta hacer exhibición de sus atributos masculinos. Es cierto que unos lo hacen con más ostentación que otros.
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Ortega Smith, de Vox, es el que más énfasis pone en el tamaño, sobre todo cuando se trata de ridiculizar a los del PP que, según él, andan algo escasos del símbolo masculino por excelencia. Ayer, este hombre que produce un cierto miedo cuando lo oyes hablar, llamó gallinas a los populares de José Luis Martínez Almeida. «Dejen de ser gallinas, que aunque pongan huevos, no los tienen», le espetó.
La cosa va de quién tiene más o menos y la pelea está en quién se lleva los votos de los ciudadanos que quieren a políticos con un par y cuanto más grandes mejor porque que no quiere sufrir en silencio el hartazgo de Pedro Sánchez. La cuestión es que el portavoz municipal de Vox creía que había que reprobar a Sánchez por la ley de amnistía y al delegado del Gobierno por la intervención policial en las manifestaciones de Ferraz ante la madrileña sede socialista, cosa respetable siempre y cuando no se haga un «Ortega» y vaya uno a provocar al personal y a meterse con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad porque cumplen con su trabajo.
Es de agradecer que los del partido de Abascal en el Ayuntamiento de Salamanca sean un poco más moderados y sensatos que el portavoz del partido verde en el Ayuntamiento de Madrid. Confío en que la reprobación al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que ayer no quiso respaldar el PP en el pleno madrileño, no sea extensible al resto de los ayuntamientos de España donde Vox tiene representación.
Todavía no he alcanzado a adivinar qué supone la reprobación a un político. Pedro Sánchez ya tiene a medio ejecutivo reprobado y no ha pasado ni media. Es más, creo que en estos momentos si no estás reprobado por la oposición no eres nadie, o no tienes los méritos suficientes para ser un digno ministro del Gobierno sanchista.
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Reprobar a alguien es una estupidez y, más allá de un titular en un medio de comunicación, no sirve para nada. Supone perder el tiempo en cosas absurdas, parecer que haces algo sin hacer nada. Lo siento, pero creo que es un síntoma de mal político.
Distinto es, aunque tenga también escaso efecto práctico, obligar a los socialistas de España a pronunciarse sobre la ley de amnistía, como se ha hecho en el Ayuntamiento de Salamanca. La normativa promovida por el PSOE para satisfacer a los independentistas a cambio de los votos para que Sánchez continúe como presidente nos hace diferentes a unos españoles y a otros en función del sitio en el que vivamos, de la ideología que tengamos y del delito cometido.
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Pedir que los socialistas sean claros respecto a un tema que anteayer, es decir antes de las elecciones, era «no es no» y que nos digan lo que piensan sobre una ley que vulnera varios principios constitucionales no es una cuestión de tener huevos o de ser una gallina. Es pedirle que nos defiendan a todos, también a los salmantinos. Reprobar a Sánchez, a Marlaska o a la exministra Montero es una estupidez absoluta.
P.D. Siento absoluta admiración por lo mucho que sabe cuidar a la familia la izquierda. El macho alfa colocó a su pareja de ministra; Sánchez ya tiene colocada a toda su pandilla en distintos puestos de confianza y ahora el ministro de Transportes sitúa a su hermana como secretaria general de Innovación y Calidad del Servicio Público de Justicia.
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Manda huevos la facilidad que tiene la izquierda para colocar a familiares, amigos y conocidos sin sonrojarse.
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