Tenemos un ministro que se llama Ernesto y se apellido Urtasun, pertenece a la cuota comunista del numerosísimo Gobierno que preside Pedro Sánchez.
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Al catalán no se le conoce ni por una buena palabra ni por una buena acción. La verdad es que, polémicas aparte, no se sabe a qué dedica su tiempo libre, que debe de ser mucho. Algo parecido ocurre con alguno de los 22 miembros del Ejecutivo a los que tampoco se les conocen competencias.
El ministro lleva un mes de polémica en polémica y tiro porque me toca. Este fin de semana ha demostrado, una vez más, su sectarismo al no asistir «por asuntos familiares», es decir para ir al circo, a la inauguración de la catedral católica de París, un gesto de estupidez, de mala educación y de dejación de funciones. Si no fuera político, estaría de patitas en la calle por no cumplir con su cometido laboral.
El ministro comunista, una vez que asumió la cartera de Cultura, representa a España y nos representa, aunque no queramos, a todos, también a los que no pensamos y criticamos sus actuaciones. Si él no es creyente, nos da igual, pero sus negativas no nos pueden abochornar, como lo hacen.
Posiblemente, el que no haya viajado a París tenga también mucho que ver con la ausencia de los reyes de España, país que no ha tenido representación a pesar de que la reapertura del templo después del incendio contó con varios dirigentes internacionales, entre ellos el presidente electo de los Estados Unidos, Donald Trump.
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La Casa Real no ha querido dar explicaciones sobre la ausencia, pero ellos siempre viajan acompañados de un ministro y si el de turno no asiste porque se niega por cuestiones ideológicas a cumplir con su trabajo, los monarcas se ven obligados a no asistir a un acto en el que estaban representadas las tres casas reales europeas católicas.
El ministro de Cultura también se ha escaqueado de dar las explicaciones oportunas. El lunes dijo que «hoy no toca hablar de eso» cuando los periodistas le preguntaron por la vergonzosa ausencia de representación española en Notre Dame, como si no estuviera obligado a rendir cuentas sobre el trabajo que debe realizar y que no ha hecho o como si el excelentísimo señor «podemita» tuviera derecho a elegir a qué va y a que no asiste en función de los gustos y tendencias ideológicas.
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No sé si al ministro le produciría más urticaria asistir a una misa concelebrada por 150 obispos en un templo católico o estar en el mismo acto con Trump, que le guste o no le guste es uno de los políticos con más poder mundial, pero evidentemente eso a Urtasun le importa entre poco y nada. Así de imbéciles se comportan los sectarios, sin pensar en que sus actos pueden tener importantes consecuencias para nuestro país y para nuestros intereses económicos.
A Urtasun parece que le gusta alardear de su radicalidad. A finales del pasado mes de noviembre ya protagonizó otro sonoro acto de intolerancia e imbecilidad al vetar al mundo taurino en la entrega de las Medallas de Oro de las Bellas Artes. No contento con quitar el Premio Nacional, ahora ha decidido borrar del mapa cultural al mundo del toro. Mal ministro para todos, pero especialmente para una provincia como Salamanca con un importante patrimonio y con un sector económico ligado estrechamente al mundo del toro.
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Y mientras tanto, ¿qué hace Pedro Sánchez, que no reprende a su ministro por comprometer de esta forma a todos los españoles? El presidente no hace nada, ni siquiera estuvo el lunes en el homenaje a las víctimas de las inundaciones en Valencia.
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