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Ayer fue Iván Espinosa de los Monteros el que pegó la espantada de Vox y anunció que no recogerá ni siquiera el acta de diputado. Alegó motivos personales. Lo de siempre cuando se quiere quedar bien, pero lo cierto es que cuando el barco comienza a hundirse ya se sabe lo que suele ocurrir.
El marido de Rocío Monasterio era uno de los fundadores de Vox, siempre a la derecha de su líder, Santiago Abascal, aunque desde que el partido de derechas comenzó su declive tras el descalabro de Andalucía, empezaron los problemas o mejor dicho se puso de manifiesto la cruda realidad: Vox había nacido al abrigo del enfado de unos cuantos disidentes del PP que creían que por elevar un poco más el tono iban a conseguir convertirse en la alternativa a la izquierda y suplantar al PP.
Vox correrá la misma suerte que Ciudadanos o que Podemos, sumemos, restemos o dividamos, que son los herederos del Partido Comunista radicalizados o de Izquierda Unida escorada un poco más a la izquierda.
Abascal se ha quedado, de momento, sin portavoz parlamentario y no sabemos si también se quedará sin la voz reconocida en la Asamblea de Madrid. Ayer todas las miradas se dirigían a Rocío Monasterio, que también sufrió un revés en Madrid por su torpe y estéril enfrentamiento con Díaz Ayuso.
Hace poco más de un año era otro rostro conocidísimo del partido verde la que decidía alejarse. Macarena Olona había pasado de ser encumbrada como una de las mejores oradoras del Parlamento español a vituperada por su inesperado descalabro en las elecciones de Andalucía, donde Vox empezó a experimentar la caía de los dioses. Cuando ya se habían repartido los cargos en el futuro Gobierno de la Junta de Andalucía y habían decidido acogotar a Juanma Moreno, los andaluces decidieron castigar a los de Abascal a la insignificancia, a la irrelevancia, es decir a la oposición, como al PSOE o Podemos.
Era el principio de un largo final. Olona dio un portazo al partido e inició un duro y desagradable cruce de acusaciones. La exdirigente del partido concedió una entrevista a uno de los programas «vetados» por los de Abascal, donde arremetió duramente contra sus excompañeros e insinuó la vinculación directa de la formación con personas de ideología neonazi, aseguró que no había democracia interna y también dejó caer posibles irregularidades con dinero público en una fundación dependiente de Vox.
La crisis que vive Vox se veía venir. Los analistas políticos más sesudos culpan de la deriva de Vox a la facción antiglobalista encabezada principalmente por Jorge Buxadé e Ignacio Garriga, pero la mayoría de los ciudadanos españoles no saben quién son estos dos personajes y Vox es el partido de Abascal, sin él no existe nada.
La crisis más que previsible obedece a que Vox ha dejado de ser útil para el votante de centro-derecha porque no ha conseguido desbancar a la izquierda en estas elecciones. Vox ha pasado de moda, como pasó de moda Ciudadanos o el Podemos de Pablo Iglesias.
La crisis de los nuevos partidos ha llegado también a Vox y ha llegado para quedarse. Se acabó la prepotencia con la que actuaba en muchas ocasiones porque el ciudadano ha empezado a ver que no es útil para echar a Sánchez de La Moncloa. Imagino que el que fuera diputado por Salamanca Víctor González Coello de Portugal, que no consiguió acta de diputado el 23-J, correrá la misma suerte. Al vicepresidente de la Junta, el joven Gallardo, le aconsejo prudencia porque tiene señalada la puerta de salida.
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