En la Poética de Horacio hay un verso que elogia a Homero y que dice así: «Atque ita mentitur sic veris falsa reminiscet». lo que más o menos viene a decir: «Y así miente (o así inventa) mezclando lo falso con lo verdadero». Poco hemos avanzado en este mundo desde que Quinto Horacio Flaco (Venosa, 65 a.C. - Roma, 8 a.C.) nos regalara belleza y pensamiento. Si este padre de Occidente levantara la cabeza, volvería a hundirla en lo más profundo de la tierra. Esta aseveración en determinados campos del conocimiento puede darnos una verdad, pero en la Historia o en nuestros propios relatos, puede convertirse fácilmente, en una mentira. La manipulación de la información nos esclaviza, nos roba el criterio, nos minimiza y nos deja al albur de cualquier chiquilicuatre que nos cuente «su verdad» que no la verdad.

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La última sesión en el Congreso de esta semana, donde asistimos a un bucle olvidando lo verdadero y mezclándolo con lo falso, se nos dio para construir una verdad inventada, que es lo que sucede cuando se olvida «lo verdadero». Esto deja secuelas a cualquier espectador mínimamente con memoria. Si a ello le unimos un postureo teatral y sin clase, traje típico y ajustado del mal pagador… pues da vergüenza ajena.

Este ojo que observa lo hace con la añoranza de otro tiempo con clase, con conocimientos, con la dialéctica del culto, donde asistir a un debate era aprender, enriquecerse y ver en los representantes públicos, personas a las que admirar y de las que se podía aprender.

La mediocridad y el medrar a costa de lo que sea se nos implanta de tal manera que ya no sabemos dónde está la cabeza y dónde el culo. Esto debería tener consecuencias penales, por lo que implica de manipulación y pérdida del concepto de verdad en cualquier campo: social, político, universitario, investigación e incluso docencia.

No alcanzo a entender en qué dirección vamos y a cuántos nos importa de verdad, dónde está La Verdad.

Les aseguro que leo, me informo, escucho a unos y a otros y no encuentro el punto de inflexión en el que asentar un criterio, entendiendo criterio como «cordura». Sencillamente porque no puedo encontrar algo que no existe. Y mientras tanto el mundo se dirime en si Feijóo está mejor con gafas o sin ellas. La verdad es que a mí me importa un bledo y tampoco encuentro verdades y certezas, mire donde mire, ni a la derecha ni a la izquierda.

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El Congreso no es Wimbledon, ni la palabra una pelota bidireccional cuyo único objetivo es el «y tú más», en vez de aclararnos de una vez por todas, la verdad de las barbaridades que estamos viviendo.

Menos mal que ha llegado la lluvia y parece que quitará el polvo del camino aunque, como en la naturaleza tampoco existe el término medio, encharcará la tierra y ello retrasará la siembra, pero al menos eso… es una verdad de verdad.

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