Miro hacia al cielo de este incipiente mes de mayo. Granan grises entre nubes como símbolo exacto de tormenta, inestabilidad e interrogaciones donde las respuestas se entremezclan con esas dudas que sólo el paso del tiempo despeja. Hemos tenido una semana extraña, teñida con todos los tonos de grises posibles, como este cielo de primeros de mayo. Y digo bien cuando uso un único color con sus diferentes gamas. Hay una parte de tristeza que zigzaguea entre los días, como ese serpentín que nos lleva a desear no pensar y no reflexionar. ¿Por qué? seguramente porque no deseo que nadie me obligue a reflexionar aquello que no admite una reflexión dirigida. La reflexión es un acto íntimo, casi intimista diría yo, cuando de lo que se trata es de evaluar nuestro sentimiento y nuestro corazón. Obligar a reflexionar a casi 48 millones de almas en una sola dirección… No me atrevo a decir lo que me susurran mis tripas pues se acerca más a utilizar, que a reflexionar.Este ojo que observa no desearía tener que compartir con ustedes esta tristeza que proviene de ver y sentir, como se ha llevado a cabo un insulto general a la inteligencia de todo mi país. Hubo un momento que pensé que estaba asistiendo al nacimiento de un nuevo exponente del romanticismo, en el más puro sentido literario. Llegué a pensar que estaba presenciando el advenimiento de un nuevo Lord Byron, esta vez español, que como aquel creador literario que vivió como escribía, tan apasionado, había decidido tomar el camino hacia una muerte política temprana, pero esta vez por amor.

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El sentimiento amoroso ha sido el motor de muchas de las mejores obras de literatura universal, sencillamente porque en ese sentimiento, por amor o por desamor, todos hemos transitado o tarde o temprano todos transitaremos. No hay nada que más conmueva a toda la población que una historia de amor. Ahí aparece el héroe, la generosidad, la complicidad, el dar lo mejor al ser amado. Parecía que estaba a punto de escribirse una nueva Odisea, otro momento épico, un renglón derecho en un tiempo torcido. Por un momento pensé en la humanidad incalculable del amor herido y creí asistir al abandono de todo, por proteger y acompañar a la amada… ¡Cuánto rosa!

Pero llegó la hora de la verdad… ¡Qué fraude amigos! ¡Cuántas sombras!… no había amor, ni hubo héroe, ni Byron, ni boquerones en vinagre, ni perrito que ladre, ni amor eterno, ni dama por salvar…

Pienso en una supernova, con ese magno estallido que tiene lugar en el espacio exterior. Ese evento astronómico ocurre durante las últimas etapas evolutivas de una estrella masiva o cuando una enana blanca se desencadena en una fusión nuclear descontrolada. El objeto original, llamado progenitor, se colapsa en una estrella de neutrones o un agujero negro o se destruye por completo.

Ahí estamos expectantes: o renace o se va por un agujero negro o se destruye…el tiempo hablará.

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