Y aquí termina la historia, se amaron para siempre, fueron muy felices, comieron perdices y colorín colorado este cuento se ha acabado. ¿Y ustedes se lo creen? Pues yo tampoco. A veces los cuentos ni son tan cuentos ni dicen tantas mentiras, sobre todo si al final acaban diciendo la verdad. ¿Qué es un cuento chino? en el argot popular la expresión «eso es cuento chino» es cuando se duda de la veracidad de un relato porque tiene más de fantasía que de realidad o porque los datos no cuadran; en definitiva, cuando es mentira.

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Pues miren ustedes, hace algo más de un mes, alguien nos contó un cuento chino y se ha convertido en realidad y una realidad jurada ante un rey al que muchos de los que hicieron del cuento un cuento real, ni le respetan, ni le quieren. ¡Menudo panorama! Pero así es la democracia y cuanto ha pasado es porque tienen la mayoría. Por cierto, ya vale de increpar en la sede de un partido democrático; reúnanse y discrepen pero en espacios públicos. Este ojo que observa presiente fisuras graves a corto plazo, que pueden terminar en una gran falla. Me siento como un espectador desconcertado ante una serie cuyos guionistas, lejos de organizar la trama, van construyéndola según dicta cualquier elemento que tenga el peso suficiente como para suspenderla. Es decir, se pone lo que pide «el que manda». Si no gusta, pues se cambia e incluso si alguno de los protagonistas muere y no le ha gustado «al que manda», pues no pasa nada, se le revive y punto. Y mientras me debato en esa dialéctica de la duda y del análisis por lo que nos está sucediendo como país y lo que queda por venir, miro las luces de Navidad que engalanan nuestras calles llenas de gente de diferentes países y advierto que ya se ha pasado más de la mitad de noviembre y algunos estudiantes, jóvenes y fornidos, van en mangas de camisa e incluso alguno en manga corta, transitando deprisa a sus clases, a sus reuniones, a sus deportes…y me pregunto ¿qué pensarán de lo que sucede? ¿Realmente les importará algo? Sinceramente ¿lo que vivimos les pondrá un nudo en el estómago? Son una generación que se ha construido con la tecnología, sin los largos diálogos de pensamiento, ajenos a los conocimientos de ese humanismo con el que mi generación se construyó. ¡Menos mal que nos queda la esperanza de la luz de Navidad, aunque sea de led, pero brillarán y llenarán los espacios de otra locura; aún sin hablar, sin contar, sin sentir…pero las esperamos ¿por qué? pues para disolver ese sabor oscuro del paladar o porque nos infunden esa irreal esperanza del «vuelve a casa vuelve». Lo mismo nuestro «repetido timonel» consigue que los hijos pródigos regresen a casa, como el turrón, con ese espíritu de generosidad y comprensión, en busca de aquellas navidades donde todos hablábamos una misma lengua en un solo país multicolor… Jajaja ¡Otro cuento chino que nos quieren vender y no lo compran ni ellos!

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