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RENGLONES TORCIDOS

La sonrisa de Luka

Aún arrastra secuelas de sus vivencias bélicas, no entiende pero siente y eso marca la diferencia con la inteligencia artificial

Lunes, 8 de enero 2024, 05:30

He estado dudando un rato largo, al final he sido incapaz y he dejado de lado el mundo de la inteligencia artificial y el chat GPT. Me he reído mucho pidiéndole discursos y presentaciones para distintos actos y personas, no tiene desperdicio, me parece una auténtica genialidad. Ahora bien, tras las risas iniciales me ha entrado un poco de «repelús», no me puedo imaginar esto en manos de cualquier desalmado. Cualquiera con un poco de mala leche y escasa ética, así como carente de valores y, sobre todo, cargado de sentimientos mal gestionados puede preparar la de San Quintín. Desgraciadamente esta es una especie que se está viniendo arriba y si no a los hechos me remito, da igual el «pelaje», sea político, clérigo, gobernante... de los de arriba o de los de más abajo. El tema es tener los medios al alcance, que no hace falta mucho, y ponerse manos a la obra. No se trata de rechazar algo que puede ser realmente valioso siempre y cuando se emplee de la manera adecuada, ahora bien ¿quién decide eso? ¿Quién pone el cascabel al gato? ¿No iremos ya con retraso? Como tantas otras veces el problema es de información y de formación, pero especialmente de educación.

Sí, de educación, de crecimiento y conocimiento personal para saber lo que nos traemos entre manos y utilizarlo para el bien común de todos los mortales. Fue la sonrisa del ucraniano más joven, Luka, un niño de cinco años, acogido en una de las sedes de Proyecto Hombre Salamanca, quien me devolvió al mundo de la inteligencia emocional, de la inteligencia espiritual, a la Navidad real más allá de la virtual. Luka todavía arrastra secuelas de sus vivencias bélicas, él quizá no entiende pero siente y eso marca la diferencia con la inteligencia artificial. Luka si sabe de afectos y entiende de ternura, cariño y amor. Luka sonríe ante los juguetes que los Magos le han traído y su sonrisa ilumina toda la estancia mientras los ojos de su madre se humedecen cargados de ternura y agradecimiento. La hermana de Luka, con apenas diez años, comparte emocionada el momento, mientras abre sus propios regalos junto con los demás. Dudo mucho que la inteligencia artificial sea capaz de expresar algo más allá de un discurso lleno de grandes ideas, bien armonizadas entre sí, pero realmente vacías de sentimientos. Tan huecas como los cerebros de tantos descerebrados que mantienen, de manera verdaderamente frívola, infame e insolente, unos conflictos bélicos que sólo traen dolor y sufrimiento para muchos, a la par que riqueza y bienestar para unos pocos. Luka es un peón, una víctima, como tantas otras, de la frialdad de quienes olvidaron sentir porque no tuvieron a nadie que les acompañara a crecer y a madurar desde el amor.

Se acabó la Navidad y todas las figuras del Belén vuelven a su sitio, a las cajas de dónde salieron, espero que nuestra inteligencia emocional, nuestra capacidad de sentir y compartir no se vaya con ellas. Luka, Ucrania, Palestina, Israel, Siria... y muchos más, necesitan sentir y poder sonreír.

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