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Opinión

Salen del sistema

A muchos les resbala el dolor y el sufrimiento ajenos, a otros de momento, no

Lunes, 24 de junio 2024, 05:30

Todavía no salgo de mi asombro y me río por no llorar. Me siento entre perplejo, asombrado, desconcertado y no sé cuántas cosasmás, además de cabreado, pero sobre todo dolido y entristecido. Hemos pasado de la euforia solidaria al olvido normalizado de millones de seres humanos que, como sonámbulos, deambulan por la realidad de la vida. No voy a centrarme en los millones de personas que mueren de hambre, ni siquiera en quienes pierden sus vidas en el Mediterráneo, tampoco en los campos de refugiados o en otras muchas situaciones tristes y lamentables a las que ya nos hemos acostumbrado y nos parecen hasta normales porque nos caen lejos.

Triste y lamentable que la distancia no se mida en kilómetros sino en sentimientos. A muchos les resbala el dolor y el sufrimiento ajenos, a otros de momento, no. Me centro hoy de un modo especial en esos seres humanos que llegaron hace más de dos años a España, no por motivos vacacionales ni voluntad propia, sino víctimas de una guerra insolente. Me centro en quienes recorrieron, como buenamente pudieron, miles de kilómetros buscando un poco de paz en sus vidas. Vidas rotas, reventadas más bien, por un dolor inesperado y una angustia difícil de cuantificar. Las lágrimas de entonces continúan humedeciendo sus almas y sus corazones, mientras algunos desalmados continúan obstinados en una cruenta guerra de la que nos enteramos «de la misa a la media», lo que nos quieran contar. En fin, vamos a centrar la jugada: es jueves 20 de junio, día mundial del refugiado, suena una de tantas llamadas en mi móvil.

Al otro lado una voz agradable se presenta como responsable de una entidad solidaria y me pregunta si disponemos de espacio para acoger a una pareja de ucranianos que se salen del sistema. Se les acabó el tiempo de acogida por el sistema, se quedan en la puñetera calle, sin oficio ni beneficio, apenas hablando español y con 66 y 68 años respectivamente. Para trabajar no están y la jubilación no la van a cobrar. El sistema se desentiende de ellos, no se salen, los echan ¿y ahora qué? No daba crédito a lo que me estaban contando, pero esa es la realidad, aunque esta experienciano es ninguna novedad. Qué complicado es hablar y negociar con el sistema y, por supuesto, entender al sistema. Nadie sabe poner cara al sistema, pero yo sí tengo que ponerle cara a estos ucranianos, seres humanos realmente sintientes y no son perros ni plantas, ni toros bravos. Son personas desbordadas por el sufrimiento, la incertidumbre, con una maleta cargada de tragedia y algo de ropa. ¿Alguien sabe darme una explicación? Ni me la dan ni la espero, simplemente asumo que hay que arrimar el hombro porque, como siempre, pienso que el otro puedo ser yo. Las dos habitaciones están preparadas y, si no encuentran una alternativa mejor, esta será su única opción. Dicen que hay 35.000 refugiados acogidos en España, supongo que tendremos que añadir todos los que están fuera del sistema. No sé por qué, creo que el sistema se queda corto, reducido a cifras y letras e incapaz de ver y prever más allá.

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