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De un tiempo a esta parte me siento un tanto estafado, muy estafado, y no lo digo por los fenómenos que están vendiendo calendarios, supuestamente solidarios, por las calles de Salamanca a beneficio de Proyecto Hombre. Menudos figuras. Creo que no llegan a la categoría de estafadores, quizá eso sí, unos jetas con un morro que se lo pisan, pero de todo hay en la viña del Señor y sin duda alguna los hay mucho más jetas y estafadores que estos a quienes no conozco ni identifico.
La estafa que más me duele es la estafa generalizada de la mentira bien compuesta, que mucho vale y poco cuesta. La de muchos dirigentes y gobernantes, supuestos salvadores de muchas patrias a costa de destrozar al mundo. La estafa de los que dicen palabras bonitas y se desdicen con hechos concretos. La estafa de una sociedad abierta, liberal, tolerante, comprensiva, cercana y acogedora, la que dice ser solidaria, pero no tonta y, sin embargo, se hace la tonta cuando le interesa, hace tonterías por hacerse un hueco en las urnas o defender intereses particulares por encima de los generales. Estoy ante la página 373 del libro «Escritos por Alberto Estella», que solidariamente editó el Casino de Salamanca, esto sí es verdad, a beneficio de Proyecto Hombre. Me encuentro con una columna que escribió el 5 de febrero de 2014 y que titulaba simple y sencillamente como «A.K.». Comentaba el amigo Alberto: «El negro A.K., más prieto que caoba, será africano pero no se sabe si es de Eritrea o de Abisinia, si llegó a España en patera, y cómo arribó a esta ciudad, rodando por esos caminos, acaso huyendo del hambre o de la guerra, expulsado por otra comunidad poco solidaria, posiblemente buscando un porvenir y consolándose a ratos con alguna droga, ... Amanuel K. es, sencillamente, uno de los millones de seres del tercer mundo que vagan por el primero, uno más de las legiones de desheredados de la fortuna, que englobamos en el aséptico concepto de indigentes. Seres que perturban nuestra paz insolidaria, y nos recuerdan con su simple presencia,-molestiza para los espíritus burgueses-, que hay mucha hambre y cielo raso». Parece que no ha cambiado mucho el cuento desde aquella fecha hasta nuestros días, apenas han pasado 11 años y los negros nos continúan incomodando con situaciones que no acabamos de entender, acompañar y mucho menos de solucionar. Me temo que la estafa también se hace presente en el mundo solidario y, como siempre, «a río revuelto ganancia de pescadores» sin olvidarnos, aunque muchos lo pretendan, «que la cadena siempre rompe por el eslabón más débil». Traer migrantes es una cosa, acoger y acompañar es otra, cobrar una subvención es una cosa y emplearla adecuadamente en beneficio de quien la necesita es otra. Llama la atención que el primer negocio del mundo sea el tráfico de armas y, curiosamente, el segundo el tráfico de migrantes. ¿Será leyenda urbana o una estafa más? Mientras salimos de dudas un poco más de humanidad, no son pocos los migrantes que cuidan de nuestros abuelos y llevan nuestros niños al colegio, estafados muchas veces. «Tu desconfianza me inquieta y tu silencio me ofende» (Unamuno).
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