Hace apenas unos días, al hilo de un texto evangélico en el que se nos invita a ser sal y luz en medio de la humanidad, pensaba yo en la ensalada de la vida. Menuda ensalada tenemos montada en esta ensaladera llamada España. Dicen por esta tierra que la ensalada salada, bien aceitada y poco avinagrada, pero mira tú por dónde que tengo la sensación de que cada uno quiere componerla a su gusto y así nos luce el pelo. Cierto es que hay gente muy salada y hasta resalada que le pone gracia a la vida y al momento que nos toca vivir. Personas que ponen esa chispa de esperanza y saben ver oportunidades donde otros solo ven intrigas y triquiñuelas varias. Personas que creen en las personas y apuestan por una vida en paz. Lo del aceite es más complicado, está realmente caro y quizá esto haga que no sean muchos los que traten de engrasar las relaciones sociales, políticas y humanas con un poco de paciencia, algo de cordura y mucho sentido común. Lo de ceder y dar el brazo a torcer, lo de dialogar con respeto, tolerancia y comprensión parece que no todos lo tenemos igual de claro ni con la misma intensidad. En cuanto a echar vinagre a la ensalada se nos da muy bien últimamente, y el que esté libre que suelte el primer chorro. Con qué facilidad, seguramente desde nuestro propio malestar, llenamos la ensaladera de vinagre. No nos cortamos un pelo, inconscientes del ambiente de crispación que se está generando en este país. Qué no nos pille el toro que al final lloramos todos. Tal vez deberíamos hacérnoslo mirar, desde los medios de comunicación hasta el último contertulio de los mentideros de pueblo, sentado a la solana o a la «abrigá» de la pared de la iglesia. Se nos está escapando de las manos la realidad, y ya sé que muchos me llamarán, como tantas veces, catastrofista o profeta de calamidades. Disfrácelo cada cual como quiera pero o volvemos a llamar al pan pan y al vino vino o la ensaladera se nos puede romper. En fin, esperemos dar con la medida adecuada para que al final la ensalada quede bien compuesta y si no al gusto de todos, tarea harto difícil, por lo menos que siente bien a la mayoría. Hoy no sé si el presidente del Gobierno nos dirá que hay algo más aparte de ensalada, lo que sí tengo claro es que menudo tomate el que le espera a él y a todos como no espabilemos. Hasta aquí la ensalada y la ensaladera nacional, ahora me bajo a la cruda y dura realidad del mundo rural, ese al que tanto queremos y al que mucho defendemos. Ese del que se nos llena la boca cuando hablamos de él y sacamos pecho expresando nuestra preocupación por la ensaladera vaciada, perdón por la España vaciada. Es mentira, la vaciamos entre todos, unos no haciendo nada y otros dando la callada por respuesta. Hoy me uno al llanto de las entrañables abuelas que vivían en la residencia de Cordovilla, la cual asfixiada por falta de medios y ahogada por las exigencias de los listos de turno, carentes de sentido común y seguramente de más cosas, se ve obligada a cerrar sus puertas. Viva el mundo rural y la mezquindad humana.
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