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RENGLONES TORCIDOS

Empoderadas

Ambas dejaron claro que el empoderamiento se trabaja, se suda y se alcanza, no es un regalo que cae del cielo

Lunes, 30 de octubre 2023, 05:30

La vida a veces te regala momentos de esos que, por entrañables, nobles y auténticos, sabes que son irrepetibles. El pasado jueves pude disfrutar de uno de esos momentos, no fui el único si no que fuimos muchos los congregados entorno a la doctora María Fernanda Lorenzo Gómez en nuestra histórica universidad.

Tras saludar a la rana sobre la noble calavera, entré en el edificio histórico, esta vez no para celebrar una boda religiosa pero sí una unión muy especial. La incorporación de la mencionada y conocida, aunque no siempre lo suficientemente reconocida doctora a la Academia de Medicina de Salamanca. Un acto sobrio, sencillo, sincero y sentido, algo que en estos tiempos que corren, y viendo la abundante tontería del común de los mortales, se agradece enormemente. Todos los intervinientes pusieron su granito de arena, pero el broche de oro, como no podía ser de otra manera, fue obra de la doctora Lorenzo y la guinda la puso la vicerrectora de Ciencias de la Salud y Asuntos Sociales, Ana Martín Suárez. Ambas dejaron claro que el empoderamiento se trabaja, se suda y se alcanza, no es un regalo que cae del cielo. El empoderamiento de la doctora se fue tejiendo desde la humildad y la perseverancia como herramientas principales para desarrollar sus capacidades y aptitudes. Su actitud ante la vida fue y es clave para que su empoderamiento se refleje y ponga de manifiesto su valía y buen hacer. No sé porque tengo la sensación de que de un tiempo a esta parte nos cuesta mucho entender esto.

No son mayoría quienes se plantean su existencia viviendo no a costa del sudor de su frente si no del sudor del de enfrente. Ni son sólo los jóvenes quienes tratan de escurrir el bulto y vivir del cuento, de la imagen o del postureo, no son los únicos que quieren disfrutar sin pegar palo al agua. Son más quienes entienden que la vida hemos de vivirla con intensidad y conscientes de lo que traemos entre manos, aunque viendo como las liamos cada día, nos resulte muchas veces francamente difícil. O quizá, por eso, hemos de llamarnos a la propia exigencia y al afán de superación para crecer como personas y como sociedad, empoderando nuestra vida y nuestro mundo más allá de razas, creencias e ideologías y, sobre todo, más allá de la condición social, sintiéndonos personas, independientemente de nuestro género incluido el género bobo.

Salamanca es rica en personas empoderadas, sólo nos falta ponerlas en valor como riqueza de nuestra ciudad. Salamanca, tú y yo, hemos de cuidar y potenciar a quienes dan oxígeno y esperanza para creer que hay futuro.

Salamanca tiene que dejar de ahorrar para empezar a invertir, no se puede estar toda la vida comiendo cebolla y eructando jamón. Si algo tenemos que ahorrarnos son los planteamientos cainitas, que tiran por tierra cualquier tipo de iniciativa o inversión por muy buena que sea simplemente porque no se nos ha ocurrido a nosotros. Seamos conscientes, a la ciudad del saber le queda mucho por aprender, y esa es la manera de crecer. Empoderemos a Salamanca.

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