Aquello de tener ascendencia portuguesa, unido a la presencia del Consorcio haciendo su gira y la manifestación de ayer en la Plaza, hacen posible el título de esta opinión. Siendo muy niño hice ese viaje en tren desde mi Redondela natal hasta la bella, maravillosa y entrañable Lisboa.
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Si algún día no me ven búsquenme en la ciudad que vió nacer a San Fernando de Lisboa, más conocido como San Antonio de Padua. Recuerdo aquel viaje como algo interminable, cuasi eterno, por el tiempo empleado y la incomodidad de aquellos asientos de madera, uno ya se está volviendo antiguo en el paso del tiempo. Puedo recordar mis pantalones cortos y mi cochecito de juguete, así como mi americana azul con botones de ancla.
Lisboa fue todo un descubrimiento para mis retinas y mi corazón de niño, cuántos rincones y sentimientos cargados de morriña y de saudades. Pero dejemos eso ahí y centrémonos en el aquí y el ahora de una realidad sangrante fruto de un olvido o, más bien, de la dejadez y la indiferencia de algunos. Salamanca se sitúa cada vez más en el culo del mundo o por lo menos de esta España que nos toca vivir o sobrevivir.
Vuelvo a mi adolescencia, a mis años de estudiante en el colegio de los Hermanos Maristas en Tui. Allí un ilustre y viajado profesor de geografía e historia, don José Carvajal, nos hablaba de esa franja en la raya de España y Portugal, haciendo una especie de frontera que impedía las relaciones y comunicaciones entre ambos países, el cuento ha cambiado poco.
Uno siente mucha rabia e impotencia al ver como los intereses, la incapacidad o la ineptitud de unos pocos amarga la existencia de muchos. No hay derecho, no es de recibo que seamos incapaces de poner de nuestra parte, cada uno en la medida de nuestras posibilidades, más allá de ideologías, todo lo que buenamente podamos para crecer juntos y disfrutar más y mejor del momento que nos toca vivir. Salamanca tiene mucho y muy bueno, aunque a veces no lo sepamos valorar, aunque a veces nos cueste arrancar. A cada uno nos duelen nuestras muelas y a mí también. Viajar a Madrid desde el mes de octubre es para mí algo más habitual por razón de mis responsabilidades en la Asociación Nacional de Proyecto Hombre, pero viajar en tren es misión imposible, incompatibilidad de horarios, o más bien escasez de posibilidades. Si no conseguimos una buena red de comunicaciones los grandes talentos de nuestra querida Salamanca quedarán enterrados. Salamanca se merece mucho más y mejor, pero es tarea de todos hacerlo posible. No podemos conformarnos con el chacachá del tren, esa es una entre otras muchas carencias. Uno no puede repicar y celebrar misa a la vez, por eso mi ausencia en la más hermosa Plaza Mayor de España en la mañana de ayer, pero me uno a la reivindicación. Creo que no fui el único ausente, por desgracia eché en falta, entre otros, a los estudiantes, cuya presencia fue escasa por no decir nula, siendo ellos unos de los grandes damnificados. Creo que hemos de asumir de una santa vez las palabras del gran Lope de Vega en boca de José Antonio Sayagués:»Todos a una como en Fuente Ovejuna».
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