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Qué tiempos aquellos cuando estudiábamos latín, inconscientes de la riqueza que supondría para nuestras vidas. Claro que a día de hoy con el vocabulario que manejamos, o más bien no manejamos, ¿para qué saber latín? Por supuesto, ni que decir tiene lo innecesario de la geografía o la historia, las matemáticas, la lengua o la literatura. Infeliz e iluso Papa Francisco, que el pasado jueves reivindicaba la asignatura de Religión Católica para la construcción de un mundo mejor. Con «San Google» lo tenemos todo resuelto, eso sin contar con la inteligencia artificial. En fin, los antiguos sabemos el significado de agrícola-ae, sustantivo de la primera declinación como rosa-ae que tan gratos recuerdos nos trae, entiéndase la ironía. En fin, agrícola-ae, el campesino, me viene hoy a la mente no sólo por las movidas del campo, que también, si no por el sentido peyorativo que dábamos a este término que muchas veces usábamos para expresar lo bruto, tosco y primario que podía ser un individuo, oséase un compañero de curso. Bien, no me cabe la menor duda, el campo está fatal, los campesinos y ganaderos sudando no por el trabajo si no por la angustia que les genera su lucha por sobrevivir. Y los «agrícolas» brutos, toscos y primarios que gobiernan en el mundo abonan sus propias vidas con el estiércol de la avaricia, el egoísmo, la usura, ... dejando la vida de muchas personas y sus familias «como tierra reseca, agostada, sin agua» según reza el Salmo 62. Seamos conscientes de que las lágrimas de las gentes del campo nos salpican a la mayoría. Su llanto puede ser doloroso para todos, salvo para los epulones de turno que dan la callada por respuesta. Cierro el paréntesis del campo y vuelvo al campo de los agrícolas «asalvajaos» que campan a sus anchas, envueltos en mantos de violencia y agresividad siempre desafortunada e innecesaria. Me llama la atención la cantidad de noticias que hacen alusión a hechos violentos, que muchas veces acontecen en noches de supuesta fiesta y alegría. Raro es el fin de semana o incluso raro es el día en el que no nos desayunamos con una pelea nocturna o una navajada al amanecer. Hablo con conocimiento de causa mientras rezo por un feligrés que se encuentra en la UVI a consecuencia de un desafortunado incidente en el que la violencia se hizo presente. No son pocas las familias que derraman también sus lágrimas en la angustia del dolor de no saber si perderán, o de haber perdido ya, a un ser querido. Estamos llamados, como humanos, a caminar con la frente levantada, no nos empeñemos en caminar a cuatro patas. Sin temor a equivocarme maldigo el momento en el que comenzaron las rebajas en la educación y no sólo en los centros de estudio, sino también en las propias familias, en las que nos olvidamos que la exigencia no está reñida con el cariño. Maldigo ese momento en el que reímos todas las gracias, aunque no tuviera ninguna, simplemente por ir de enrollados o por no sentirnos mal. De aquellos polvos vienen estos lodos.
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