El peligro de hacer de palmero de Pedro Sánchez es que en cualquier momento te puede obligar a hacer el ridículo porque sus posiciones cambian de un día para otro, incluso de un minuto para el otro. Han sido muchos los dirigentes socialistas que han quedado como Cagancho en Almagro, pero por cercanía vamos a elegir a David Serrada, secretario provincial del PSOE, que el lunes se despachaba a gusto contra el PP de Feijóo, al que acusaba de impedir la subida de las pensiones incluida en el famoso decreto ómnibus.

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«El Partido Popular ha robado la cartera y la dignidad a miles de salmantinos y salmantinas que no verán incrementada su nómina a final de mes», aseguraba Serrada

Con esa acusación el líder de los socialistas salmantinos ya demostraba una osadía rayana en la temeridad al apuntar a los populares cuando la gran mayoría de los ciudadanos, quitando cuatro fanáticos, sabía con toda certeza que el decreto no había salido adelante porque a Sánchez le había fallado su compinche Puigdemont, y que el PP estaba dispuesto a aprobar la subida de las pensiones, las ayudas a los afectados por la dana y las subvenciones al transporte siempre que no se le hiciese tragar con otros sapos incluidos en el ómnibus.

El pasajero del Falcon (ha dado veinte vueltas al mundo en siete años de mandato) juró y perjuró que no iba a trocear el decreto pero tardó en cambiar de opinión menos de lo que tarda en persignarse un cura loco, dejando con las vergüenzas al aire a un buen puñado de ministros y a un sinfín de dirigentes del PSOE que habían seguido a pies juntillas la consigna de acusar al PP del «dolor social» que causaba la congelación de las pensiones. Que por cierto, para dolor social el que causaron sus colegas de Bildu en los años de «socialización del sufrimiento». Esos mismos proetarras a los que permite homenajear a sus asesinos.

Serrada ha sido una víctima de sus veleidades una vez más, pero los socialistas salmantinos no van a escarmentar, al menos mientras Sánchez mantenga el aroma del poder.

La campaña para responsabilizar a Feijóo del fracaso del Gobierno con su decreto fue tan intensa que en algún momento llegamos a pensar que en España gobernaba el PP. Y que lo hacía rematadamente mal, por su puesto. Luego ha resultado que la solución era tan fácil como trocear el decreto, separar el grano de la paja, y todo va sobre ruedas.

Feijóo podría haber aprovechado para asestar un golpe contundente al Gobierno socialcomunista, pero hay que reconocer que también el gallego es de los que no desaprovechan una oportunidad de meter la pata. Lo ha hecho con la prórroga de la norma antideshaucios, a la que puso solo una condición para apoyarla: que los gastos derivados del asalto de los okupas los pague el Estado y no los propietarios de los pisos. Una iniciativa digna de la izquierda más radical, que los okupas estarán aplaudiendo con las orejas y que Sánchez ha hecho suya al momento.

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Al Partido Sanchista solo le ha faltado echarle la culpa al PP de los malos datos del empleo. En nuestra provincia la tasa de paro a final de 2024 era más alta que en 2023, en contra de la tendencia nacional. Dice Sánchez que tenemos el mejor mercado de trabajo de la historia pero no se lo crean. Es falso, como casi todo en la propaganda gubernamental. No hay más trabajo en España: lo que hay es más personas trabajando menos cada una de ellas. Las estadísticas del propio Gobierno indican que las horas trabajadas en 2024 son las mismas que en 2023. Nos repartimos la misma tarta entre más, y tocamos a menos, así que aumenta la pobreza. Y de todo esto, por supuesto, tiene la culpa Feijóo.

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