El polémico discurso del presidente de las Cortes el pasado viernes en el Día del Aniversario del Estatuto de Autonomía de Castilla y León ha provocado una nueva crisis entre PP y Vox, que ya partieron peras a iniciativa de los de Abascal en julio pasado y ahora parece que ambos partidos han pasado del odio soterrado al estado de confrontación abierta en Castilla y León.

Publicidad

A resultas del alboroto, el portavoz del Partido Popular en el parlamento regional, Ricardo Gavilanes, mandó a escardar a Carlos Pollán, al que los populares auparon en su día a la Presidencia del parlamento. Lo hizo finamente, sugiriéndole que, ya que tiene una profesión fuera de la política a la que volver (como recordó en su discurso, afeando de paso su situación a los que carecen de ella y siempre han vivido del erario público), le ha llegado el momento de abandonar tan alta dignidad «porque no está a la altura del cargo».

Gavilanes, con la aquiescencia de Alfonso Fernández Mañueco, le señaló la puerta de salida como expresión de la indignación colectiva provocada en la bancada popular por una intervención que consideró alejada de la neutralidad institucional que se le supone a la Presidencia de las Cortes y que en efecto resultó hiriente para todos los procuradores salvo para los verdes.

Aparte de las muchas alusiones personales y declaraciones de claro contenido político, al PP y al PSOE les enfadó de manera especial la queja de Pollán sobre la negativa de populares y socialistas a aprobar la concesión de la Medalla de las Cortes a Javier Carrera, el fallecido procurador de Vox. No eran el momento ni el contexto adecuados para afear a los grupos de la Cámara por la iniciativa fallida que encabezó el propio Pollán y que, en cualquier caso, hubiera resultado controvertida por cuanto son muchos, y algunos de ellos de mucho nivel, los parlamentarios fallecidos mientras ocupaban escaño en estos cuarenta y dos años de autonomía.

El presidente de las Cortes advirtió a los procuradores, especialmente a los del PP, que no toleraría «insidias» sobre su persona y confesó que había sentido «sorpresa, indignación y dolor» por la negativa a concederle la medalla a su compañero de formación. Según Gavilanes, al PP ni se le preguntó ni se le dio la opción de decidir si estaban de acuerdo con el galardón. Así que no entendía en absoluto el ataque.

Publicidad

En fin, que la disertación de Pollán levantó ampollas incluso en el PSOE, cuyo defenestrado portavoz, Luis Tudanca, coincidió con el PP en que el presidente de las Cortes había utilizado el Día del Estatuto para lanzar su previsible candidatura en las elecciones autonómicas «en su primer acto de campaña».

La bronca política surgida a raíz de la intervención de Carlos Pollán no tendría mayor alcance que otra de las muchas trifulcas parlamentarias que vivimos en esta España cainita de los muros y los bandos, pero el asunto puede ir a más porque añade argumentos a la posibilidad de una convocatoria electoral anticipada. El presidente Mañueco intenta resistir la tentación de apretar el botón rojo, pero cada día que pasa tiene más razones para conseguir el beneplácito de Génova.

Publicidad

La otra consecuencia de la pelotera parlamentaria fue que le quitó todo el protagonismo a la entrega de la Medalla de Oro de las Cortes a las celebraciones de Semana Santa de Castilla y León. Un acto que debería haber unido a todo el espectro parlamentario acabó con plantes e improperios. Cuando la Comunidad necesita del consenso para evitar que nos atraquen entre Sánchez, Junqueras y Puigdemont, más nos despistamos con reyertas de patio chico. No escarmentamos.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Disfruta de acceso ilimitado y ventajas exclusivas

Publicidad