El mayor enemigo de la España rural lo tenemos incrustado en el Gobierno de la nación. El gabinete sanchista, que en su día y en periodo preelectoral anunció una apuesta por la España vaciada, no solo se ha olvidado de su compromiso, sino que hace alarde de una feroz estrategia de ataque a las zonas despobladas como la provincia de Salamanca y buena parte de Castilla y León.
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Pedro Sánchez creó a bombo y platillo un Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico donde desde el principio ha fallado una de las dos patas. Mientras por un lado aplicaba medidas de ecologismo radical en la parte de Transición Ecológica, con medidas contrarias muchas veces a la conservación de la vida en los pueblos, por el otro ha abandonado cualquier intento de hacer frente al problema de la despoblación . Teresa Ribera pasó olímpicamente de la España vaciada y su sucesora, Sara Aagesen, lleva el mismo camino.
No solo es que han abandonado a su suerte a los pueblos que van perdiendo habitantes, sino que se aplican con denuedo a acelerar ese proceso.
El ministro de Transportes constituye un ejemplo paradigmático de esa inquina gubernamental con las zonas rurales. Lo único bueno del vallisoletano Óscar Puente es que no se esconde, va de frente y no se corta un pelo a la hora de atacar a los habitantes de los pequeños pueblos de Castilla y León y de España. Ya siendo alcalde de Valladolid presentó sus credenciales cuando en 2019 pidió a la Junta de Mañueco que concentrara las inversiones en Pucela porque resultan más rentables que en el resto de la Comunidad. «Cuesta entender que disponemos de recursos limitados y que si no los empleamos bien, si los dilapidamos, perderemos tanto los recursos como la población que pretendemos sujetar con ellos», aseguraba sin rubor entonces el ahora ministro.
Hay que alabar en Puente la coherencia y la continuidad en sus planteamientos. Su llegada al departamento de Transportes no le ha apartado ni un ápice de sus principios: todo para Valladolid y las grandes ciudades y para el resto, ni agua.
Lo deja muy claro en la información que publicábamos ayer en LA GACETA. A la petición del presidente de la Junta (22 de noviembre pasado) de que retire el plan del Ministerio para eliminar las paradas de las líneas de regulares de autobús en los pueblos de Castilla y León, Puente responde lavándose las manos como Pilatos. «Ese servicio no me corresponde a mí», asegura el ministro pucelano, y lo argumenta: «Las competencias del Ministerio son comunicar Madrid con Zaragoza o Valladolid con Madrid…». Más claro, agua. ¿Ese servicio a los pueblos pequeños, deficitario casi siempre, lo venía sufragando el Ministerio? Pues se corta el grifo y a otra cosa mariposa. Si Castilla y León quiere mantener la población en los núcleos rurales, que lo pague su gobierno regional. Que el ministro está para otros menesteres, como conceder mil millones de euros a la Generalidad catalana para cubrir el déficit de las 'rodalías' (trenes de cercanías) que le acaba de traspasar. Para los separatistas catalanes, mil millones, para los españoles leales de Castilla y León, ni un euro. Con su pan se lo coman y con su presupuesto se lo paguen.
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De momento veintiséis pueblos de Salamanca se quedan aislados por la inquina del ministro, pero esto a Puente, a Aagesen y a Sánchez les importa un bledo. Mientras de Valladolid a Madrid haya comunicaciones abundantes, rápidas y baratas, lo demás les trae al pairo. El reto demográfico ha pasado a ser el reto de seguir viviendo en los pueblos pese al Gobierno.
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