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Suenan tambores de guerra en Europa y toca rearmarse. La amenaza bélica en el mundo que surgirá tras el final del conflicto en Ucrania ha pillado a los países de la Unión con la guardia baja.
Frente a las democracias del continente se erige la figura del ogro ruso, que lleva todas las de ganar y esa victoria no hará sino impulsar su voracidad de conquista. Y por otro lado está Donald Trump, que se ha aliado con Putin y ha decidido dejar de defender a Europa desde la OTAN. No quiere pagar el pato de nuestra seguridad y está en su derecho. Puede hacerlo y lo hará aunque se equivoque, porque una Europa fuerte frente a una Rusia expansionista supone un muro de contención beneficioso también para Estados Unidos. Así lo ha sido durante los últimos ochenta años de guerra más o menos fría.
Pero el presidente de los USA ha cerrado la puerta y ha llegado la hora de que los europeos nos paguemos nuestros aviones, nuestros misiles y nuestros drones.
España figura a la cola de los países de la OTAN en la contribución al gasto militar y a Pedro Sánchez no le va a quedar más remedio que elevar de forma notable el presupuesto del Ministerio de Defensa. Ya encontrará la manera de sortear a sus socios pacifistas y de financiar el aumento del gasto. Para ello buscará cualquier subterfugio o añagaza para evitar al Congreso (es un experto en saltarse las leyes) y nos subirá los impuestos (en esto también es especialista) porque recortes de gasto superfluo no va a hacer en ningún caso. Le encanta gastar a manos llenas y la austeridad no va con él.
El incremento de los fondos destinados a fabricar armamento, estimado en un primer paquete de entre 3.000 y 5.000 millones de euros, representa una buena oportunidad para la industria nacional. Una coyuntura favorable de la que apenas se beneficiará Salamanca, cuya participación en la producción militar es meramente simbólica y concentrada en programas de tecnología para la guerra.
Tampoco es extraño, porque en la provincia la industria pesada brilla por su ausencia. En la versión 'ligera' somos una pequeña potencia en industria cárnica y agroalimentaria en general, pero nuestras grandes 'industrias' son el turismo, la enseñanza y la sanidad. Nada con lo que se pueda matar a nadie.
Tampoco somos una potencia en cuanto a número de soldados, aunque los mil quinientos con que cuenta la provincia permiten a Salamanca figurar entre las veinte con más personal militar. Y eso a pesar de los recortes, que en los últimos veinte años han significado la pérdida de un 21% de los efectivos, mientras en el conjunto de España el número de militares caía solo un 10%. En esto, como en casi todo, con el Gobierno sanchista siempre vamos a peor.
Había un resquicio para la esperanza con ese documento aprobado en 2023 por el Ministerio de Defensa en el que se diseñaba un corredor «Ruta de la Plata» ligado a la industria militar, que podría fomentar la ubicación de fábricas en Salamanca, pero también iba ligado a la recuperación del tren, de la que no quiere saber nada el Ejecutivo sanchista.
Tampoco nos va a consolar el presidente del Gobierno cuando habla de mejorar la seguridad y la tecnología, ámbitos en los que Salamanca puede aportar, y no la producción de armamento. Ese es un discurso para sus aliados comunistas, porque ni Europa ni mucho menos Estados Unidos van a caer en ese engaño. A los españoles nos puede mentir y estafar una y otra vez, porque para ello cuenta con la mayoría Frankenstein, pero por ahí fuera no cuela.
Así que aquí no llegarán más que las migajas.
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