Lo que no se puede es defender en cada una de las nueve provincias de Castilla y León la importancia y la bondad de los presupuestos de la Junta para 2025 y después decir que no pasa nada si no se aprueban. ¿En qué quedamos? ¿Qué pasa con las inversiones, los proyectos o la rebaja de impuestos autonómicos anunciados en las cuentas regionales para el próximo año?
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Los populares nos vendieron las excelencias de unos presupuestos que destinaban 120 millones de euros a inversión en Salamanca, récord absoluto, con proyectos que no sabemos si finalmente se ejecutarán o si se verán afectados, neutralizados o ralentizados.
En todo caso, y para ser justos, conviene reconocer que Mañueco destina a Salamanca el doble de las inversiones previstas por el Gobierno sanchista, que en los dos últimos años ha consignado 62 millones en la casilla de la provincia y luego no ejecuta ni la mitad. Aunque la Junta prorrogue finalmente los 113 millones previstos en 2024, siempre será mucho más generosa que este Gobierno que está batiendo todos los récords de recaudación y gasto, si bien los salmantinos sufrimos lo primero y no disfrutamos de lo segundo.
Volviendo al presupuesto de la Junta, se suponía que el proyecto económico, que por primera vez superaba los quince mil millones de euros de montante global, era tan ambicioso y contenía tantos avances para los castellanos y leoneses que Vox no se podría oponer por una cuestión de conciencia y el PSOE estaría tentado de abstenerse por el mismo motivo. Pues bien, ni lo uno ni lo otro. Y es que la Junta de Alfonso Fernández Mañueco ni siquiera ha enviado el proyecto de presupuestos a las Cortes (lo que presentó a mediados de octubre era solo un borrador) ni se ha puesto a negociar con la oposición, entre otros motivos porque todo el mundo, incluido el PP, da por hecho que no se aprobarán y que se prorrogarán los de este año. Han sido bellos fuegos de artificio, o una monumental pérdida de tiempo, según se mire.
Los de Vox tienen muy claro su papel desde que abandonaron el Gobierno regional allá por el mes de julio y su nueva sagrada misión no incluye echarle una mano a Mañueco, como no sea al cuello. La tropa comandada por el exvicepresidente Juan García Gallardo se dedica a montar bulla y a buscar con declaraciones intempestivas la notoriedad que añoran desde los páramos de la oposición. Ese lugar donde hace tanto frío.
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Así que van a los plenos de las Cortes con la escopeta cargada, y les da igual el aborto que la memoria histórica, que siempre acaban disparando sobre quienes eran sus socios hasta hace cuatro telediarios.
El que posiblemente ha estado más cerca de dar la sorpresa ha sido Luis Tudanca, con un pie fuera del convento socialista y tentado de montar una traca final para quedarse a gusto. En Ferraz le han dado la patada y en Valladolid su enemigo íntimo Óscar Puente le ha puesto la proa, así que se tomó la licencia de abstenerse para permitir la aprobación del techo de gasto, paso previo en las Cortes para abordar el presupuesto de 2025. Una abstención «sin condiciones y para empezar a negociar». Lo nunca visto en esta Comunidad sometida, como el resto de España, a la inalterable radicalización de dos bandos irreconciliables. ¿Un atisbo de sensatez de Tudanca, de cordura, de sentido de Estado incluso? Pues no: al final se imponen los vetos y no habrá acercamiento. Tudanca se despide sin estridencias y quizás Pedro Sánchez no le entierre del todo una vez que sea sustituido por el alcalde de Soria, Carlos Martínez. Que la política da muchas vueltas.
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