La historia de la mejora de las infraestructuras de comunicación en Salamanca es el cuento de nunca jamás. La provincia ha estado siempre a la cola del desarrollo de las vías férreas y las carreteras. Nos dejaron de manera infame fuera de la red de Alta Velocidad y las autovías se construyeron tarde y en malas condiciones. El AVE ha llegado a casi todos los puntos de España con el dinero también de los salmantinos, pero por aquí ni ha pasado ni se le espera. Solo hubo un atisbo de avance cuando Rajoy habilitó la electrificación de la línea a Medina del Campo. Desde entonces todos los proyectos y todas las grandes inversiones han quedado en papel mojado.
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Las deudas del Estado con Salamanca claman al cielo. Es una vergüenza el empecinamiento de los gobiernos de Sánchez por retrasar, dilatar o enterrar las inversiones necesarias para colocar a la provincia en el siglo XXI. Frente a ese desprecio, las reivindicaciones de las autoridades locales y regionales para exigir un trato justo no han servido de nada. Y qué decir de los dirigentes del PSOE local, de los diputados y senadores socialistas cuya capacidad para influir en los presupuestos del Ejecutivo raya con lo ridículo. Aquí nadie invierte, nadie cumple, todo se posterga, y no pasa nada.
La última muestra de esa desidia gubernamental la aportamos hoy en LA GACETA con informes donde se confirma que el Gobierno sanchista no solo no avanza en los proyectos en marcha, sino que ni siquiera es capaz de ejecutar los presupuestos para el mantenimiento de las carreteras del Estado, que forman el grueso de la rácana e insuficiente por no decir ridícula inversión anual del Estado.
El Ministerio de Fomento que lidera el vallisoletano Óscar Puente, reconoce que se ha dejado en el olvido 14 millones de euros destinados a mejorar las autovías y otras carreteras nacionales desde que Sánchez llegó al poder. Casi un euro de cada cinco previstos para acondicionamiento y reparaciones lo ha destinado el Gobierno a otros menesteres, a otros lugares de España donde los votos sí le importan. Pongamos Cataluña o País Vasco, sin ir más lejos.
Ese ahorro podría responder a que en Salamanca las autovías gozan de una extraordinaria salud, de un estado de conservación envidiable que hace innecesarias las inversiones en mantenimiento. Pero no es así, sino más bien al contrario: aquí siempre sufrimos los tramos bacheados y las reparaciones en precario que convierten las carreteras desdobladas en zonas de peligrosos rallyes donde los conductores se juegan la vida. Los trabajos de conservación se acometen tarde y mal, y la A-66 constituye un flagrante ejemplo de esa desidia.
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Ese castigo del Ejecutivo sanchista viene a sumarse a la paralización de las obras pendientes desde hace seis años, como el enlace de Buenos Aires, para el que se consignaron 43 millones de euros en 2018 y que todavía sigue en fase de redacción. El ministro Puente habrá tenido tiempo de escribir veinte veces El Quijote antes de rematar los planos de esa conexión entre las autovías A-62 y A-66. En ese punto negro se siguen registrando graves accidentes pero eso ni a Puente ni a Sánchez les importa un bledo. El acceso Norte por el Helmántico continúa a la espera de que el Ministerio de Fomento se acuerde de que se comprometió a ejecutarlo en 2022 y la electrificación de la línea férrea a Fuentes de Oñoro lleva camino de batir el récord del mundo de la obra más lenta. Ni la muralla china. Eso sí, el peaje de la autovía a Madrid nos lo sube Puente este año entre un 4 % y un 5,5 %. Será para recaudar más dinero con el que contentar a los separatistas catalanes y vascos.
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