Todo pierde motivación con el tiempo. Este año, por ejemplo, a nuestros ayuntamientos ya no les incentivaba la competición por el alumbrado navideño más espectacular, que les ha entretenido años precedentes. Es por eso, que pasado de moda el concurso de dilucidar qué municipio coloca más bombillas, se han centrado en competir por colocar el abeto más gigantesco. Con lo poquito amigos que resultan ser de los árboles el resto del año, como bien sabemos por la Plaza del Oeste.
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A resultas de ello, una vez pasada la Navidad, están saliendo todos los alcaldes en redes o en los medios de comunicación presumiendo de lo mucho que medía el que ellos han instalado.
Tanto que a uno les apetecería decirles que parecen tan pueriles como adolescentes en pubertad presumiendo de lo mucho que mide su aparato. Y a continuación, claro, también dan ganas de recordarle lo que dicen los manuales de sexología e incluso lo que las damas nos vienen repitiendo constante y consuetudinariamente: el tamaño no importa. Lo esencial es el arte que cada uno sea capaz de ponerle una vez metidos en faena.
De modo que no sé muy bien a qué viene repetir tanto los muchos metros que mide el tronco instalado. Mayormente nos da igual a casi todos que el árbol de Navidad instalado en cualquier plaza mayor de España mida tropecientos metros y que para su carga e instalación se hayan tenido que deslomar el mayor ejército de obreros. Si acaso lo importante, señores alcaldes de los muchos pueblos de España en competición, es que el árbol y las bolitas que del árbol cuelgan dejen satisfecha a la ciudadanía pero no por su desmesura sino por su encanto, su belleza o su armonía con la estética del entorno donde alce la copa.
Pienso que además debe resultarles muy frustrante a estos alcaldes que tanto presumen de las medidas del suyo, que de pronto venga un paisano del pueblo de al lado y le confirme que allí mide unos cuantos metros más y por tanto el suyo no le parecía para tanto. El de Salamanca, por ejemplo, nos advertía García Carbayo en un vídeo colgado en redes, que medía 23 metros. No está mal, pero solo si no lo comparamos con el de Pucela que medía 31. Y el alcalde de Valladolid, mejor que no presuma tampoco. Por si le visita un primo de Murcia y le confiese que el suyo 35.
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