Aunque pudiera parecerlo, no es cosa menor en una ciudad donde deberíamos cuidar con esmero este tipo de asuntos culturales relacionados con nuestro patrimonio: todo lo que tiene de interés la idea de la exposición que en su día Florencio Maíllo colocó en Mogarraz, recreando los retratos de sus lugareños tras descubrir unos viejos negativos de un fotógrafo local y que han convertido a este pueblo de la Sierra de Francia en uno de los lugares más visitados de la zona, lo tiene de horterada oportunista esta exposición de retratos, con la que el mismo artista ha tuneado nuestra Plaza Mayor, en un desubicado y poco justificable homenaje a Lorca, del que tal vez lo que mejor se pueda decir es que ya solo le quedan unos días, puesto que está prevista su retirada este próximo mes de julio.

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Es el hándicap que tiene tratar de trasladar una afortunada, sincera y sentimental idea a otro ámbito sin calibrar bien si la copia no chirría con el entorno perdiendo la seducción y la pertinencia de la idea primaria y original.

El asunto se percibe en el paseo de los transeúntes que además de preguntarse si no hubiera sido más inteligente dedicar el esfuerzo y el presupuesto en tratar de conservar los muchos edificios que reclaman ayuda de mantenimiento, parece que tienen ganas de volver a disfrutar de nuevo de nuestro monumento más emblemático en su versión original, hermoso y desnudo como fue concebido por sus maravillosos arquitectos, limpio de estos retratos intrusos de los supuestos amigos de Lorca, que tan mal armonizan con la estética y el entorno monumental.

Y no es que no merezca la pena la obra de un artista tan respetable como Florencio Maíllo. Ya digo que en Mogarraz luce estupenda, como también habrían brillado estos mismos retratos instalados tal vez en alguna otra sala de exposiciones o museo de la ciudad.

Y como también hubiera sido más entendible el homenaje al gran poeta granadino (por cierto que horrible trabalenguas ese «Folklorquiando», con el que presentan la criatura), por más que su relación con Salamanca esté pillada con pinzas, desde una institución mucho más ilustrada y oportuna como nuestra Universidad desde donde me cuesta imaginar que hubiera trascendido una idea tan peregrina, antiestética y extravagante como la de colocar esas mastodónticas planchas metálicas de acero que durante todo el mes de junio han tomado las ventanas y balcones de nuestra Plaza Mayor.

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