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Es curioso cómo funciona la mente de alguno de esos políticos a los que hemos entregado la gestión de nuestros intereses, a pesar de saber a ciencia cierta que no sólo no tienen la menor capacidad para ello, sino que utilizan sus cargos de una manera tan zafia, prepotente e ignorante que cada vez que abren la boca ante un micrófono sólo alcanzan a emitir una especie de rebuzno que nos avergüenza.
En Castilla y León tenemos el ejemplo más paradigmático y notorio en la persona de García-Gallardo, un personaje que aparte de no tener asignada tarea a su cargo de vicepresidente se embolsa una cantidad respetable de nuestros impuestos y que con sus habituales insultos, menosprecios a todo tipo de colectivos y sus antediluvianas y rancias declaraciones nos está haciendo un daño irreparable y difícil de calibrar con exactitud. «Pero y vosotros, ¿cómo podéis soportar a un zángano así?» me decía un colega madrileño el otro día callándome la boca cuando le cité a Ayuso respecto a una de sus habituales salidas?
Pues bien, aunque últimamente se había mantenido discreto (desde que le vimos hará un par de meses junto a unas banderas anticonstitucionales arengando a las masas entonando cantos ultras armado de un megáfono a las puertas de Ferraz no habíamos vuelto a saber de él) se despachaba en vísperas de los Goya manchando el honor de los trabajadores del cine llamándolos señoritos subvencionados. Sí, repito, señoritos mantenidos a unos trabajadores que soportan rodajes de sol a sol currando los más afortunados durante meses soportando jornadas imposibles e intensivas siendo atacados por un completo haragán que disfruta de un sueldo obsceno que religiosamente le pagamos todos por no dar ni un palo al agua.
Lo curioso es que a pesar de estas declaraciones, el sábado lo vimos bien acomodado en el teatro vallisoletano en el transcurso de la Gala de los Goya cuando la cámara lo buscó mientras Pedro Almodóvar le explicaba desde el escenario cómo los adelantos de dinero público entregado al cine además de servir para crear miles de puestos de trabajo regresan multiplicados a las arcas del tesoro en forma de impuestos y pagos a la Seguridad Social.
Qué bien sabe el muy gandul que la gente del cine además de hacernos muy felices a todos con sus películas y extender lo mejor de la marca España por todo el mundo, es lo suficientemente pacífica y educada para no lincharlo in situ.
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