En el transcurso de la presentación de su último disco, algún compañero de la prensa le tiró de la lengua a Enrique Bunbury, un cantante lo suficientemente consolidado y veterano para no tener que ahorrarse una opinión incluso comprometida. Y claro, Bunbury se despachó con cierta lógica escatológica asegurando: «Los políticos son como los pañales. Conviene cambiarlos con asiduidad y por los mismos motivos».

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En Salamanca, sin embargo, casi por repetido, ya ni siquiera es significativa la noticia de que el PP ha ganado las elecciones. En esta ocasión y recuperando los votos de su marca blanca de Ciudadanos, incluso por mayoría absoluta. Como siempre, desde hace casi 30 años. A estas alturas, ninguno de nuestros jóvenes, ha conocido un gobierno municipal diferente. Ninguno ha disfrutado de otras políticas que las conservadoras y ninguno, salvo los que van emigrando, podrán catarlas en breve, por mucho que ellos sean los que más sufren el problema más peliagudo de esta hermosa y al mismo tiempo envejecida, vetusta y cansada ciudad, es decir, tener que buscarse el porvenir fuera porque aquí no encuentra oportunidades para desarrollar sus proyectos de vida, al menos en el trabajo para el que se han preparado con tanto esfuerzo.

El asunto debería hacer reflexionar, en primer lugar, a quienes década tras década siguen instalados en la oposición sin conseguir contagiar a los ciudadanos la necesidad de ilusionarse con algo diferente que haga despertar a la ciudad del letargo en el que vive sumida. Y quizás también a esa masa de la población continuista, conservadora y envejecida que constituye el grueso del censo salmantino y que siempre acaba votando elección tras elección más de lo mismo, hagan lo que hagan durante el anterior mandato, incluso aunque no hagan absolutamente nada por solucionar los problemas a los que se enfrenta Salamanca, e independientemente de quien ocupe las listas de la candidatura del partido ganador que para el caso da igual. En estas elecciones incluso les ha bastado con callar sobre lo que tocaba hablar y dedicarse a asustar al personal con lo perverso que es el sanchismo.

Pero sospecho que en realidad lo que nuestro electorado está haciendo es castigar a nuestros hijos y nietos, esa juventud que sueña con probar, aunque solo fuera durante una legislatura, si con otro tipo de políticas tendrían más oportunidades para no tener que seguir preparando las maletas y pirarse a otro lugar que les ofrezca un futuro más esperanzador.

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