Vuelven a aparecer estos días algunas de esas periódicas encuestas y dentro de ellas ese delator apartado en el que los ciudadanos calificamos a los diferentes líderes políticos de uno y otro bando. Pues bien: a pesar de la cara de inteligente soberbia con que nos largan sus discursos desde los más altos pedestales, todos sin excepción a la hora de la verdad catean como los estudiantes más rematadamente zoquetes.
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El expediente académico de nuestros eminentes políticos acostumbra a ser demoledor y no se trata ya de un cuadernillo de notas coyuntural, específico de este momento incierto y oscuro que estamos viviendo con todos ellos mostrando lo peor de sí mismos pactando cada uno por su lado con sus extremos más radicales, mintiendo sistemáticamente y traicionando a propios y extraños por pillar poder, sino que lamentablemente se ha convertido en habitual.
Sucede desde hace mucho tiempo y en prácticamente todas las encuestas: las serias y las bromistas, las que nos informan sobre el método empleado y las directamente manipuladas, las oficiales y las oficiosas, las interesantes y las interesadas. A todos los mandamos a clases particulares como a pésimos estudiantes sabiendo además que dependiendo de la época puede que se vayan alternando unos y otros los insuficientes y los muy deficientes pero que nunca van a ser capaces de alcanzar ni el simple y triste aprobado por los pelos.
Lo más penoso de este particular es que ya nos hemos acostumbrado a ello y nos parece lo más normal del mundo que sean, o al menos nos parezcan, tan malos. Y no tendría por qué. Si lo piensan bien hay gente notable y sobresaliente en cualquier profesión y oficio. Desde el profesor de la autoescuela al director de orquesta pasando por el catedrático, el periodista, la bailarina o el fontanero. Todos conocemos profesionales extraordinarios.
¿Por qué no puede llegar alguno de estos hombres o mujeres buenos al mundo de la política? ¿Quién les pone el filtro para que no se cuele alguno aunque sea de pura chiripa? ¿Es tan utópico que pueda llegar a la política alguien que resulte que está preparado para ejercerla, alguien que nos parezca que desprende honestidad, alguien que no nos mienta con tantísimo descaro? ¿Estaremos siempre eternamente condenados a elegir entre lo malo y lo peor?
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¿Se imaginan ustedes que algún día por casualidad llegase al mundo de la política un ser excepcional que realmente nos ilusionara de verdad?
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