Se necesita ser grande y honesto pero al mismo tiempo un pelín cabezota, calculador y soberbio para olvidarse de nuestra felicidad y retirarse en el momento más dulce de tu carrera como acaba de anunciar Toni Kroos, dejándolos a todos los madridistas medio depres unos días antes de disputar otra final de Champions.
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Así es este futbolista único e insustituible que nos ha estado hipnotizando con su elegante juego a lo largo de una década, patentando sus milimétricos pases, su inteligencia para colocarse justo en el lugar que algún compañero podía necesitarle, su capacidad para ralentizar el juego o acelerarlo cuando a él le daba la real gana, su lealtad a los colores, su entrega y sus disparos precisos y preciosos.
A uno le gustaría que este anuncio en diferido de su renuncia a seguir haciéndonos felices, fuera de mentira como aquel de Xavi de hace unos meses y que de pronto, tras la Eurocopa anunciase en una rueda de prensa que iba de farol y que por supuesto seguirá jugando en el Real Madrid otros cuantos años más, pero todos sabemos que justo Toni Kroos es el reverso de Xavi, un tipo admirable fuera del campo y que cuando habla además de hacerlo con franqueza no suele incurrir en tonterías. Quizás por eso también escuchamos a Xavi Hernández aplaudir la seguridad y la tranquilidad que se respira en los emiratos árabes y al bueno de Toni silbado por los fundamentalistas cada vez que tocaba el balón en Arabia Saudí.
Se nos va negándonos contemplar su decadencia, esa ley de vida natural e inevitable que fue convirtiendo a todos nuestros ídolos en gente de carne y hueso. Quiere que lo recordemos dando esos pases increíbles que sólo él era capaz de imaginar y que tenemos tan recientes en la retina y esos cambios de juego a cincuenta metros de distancia. «Lo que hace el Barcelona con cuarenta pases lo hace Toni Kroos con uno solo en el Real Madrid», solía decir el gran Zidane.
El sinvergüenza de Kroos no quiere que le veamos aburrirse en el banquillo, como vimos a otras leyendas de las que aceptamos con afecto y consideración su cuesta abajo, ese hereditario proceso congénito de cualquier ser humano de ir perdiendo reflejos, destreza, fuerza, estrella. En fin, no nos queda otro remedio que aceptarlo pero que cualquier día nos explique qué coño hacemos ahora con la camiseta recién comprada de nuestro futbolista preferido.
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