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De toda la putrefacción que desprende estos días el nauseabundo caso Koldo, probablemente nada resulte más llamativo y definitorio de la política actual cómo el cinismo y el empeño de algunos por disparar toda su artillería contra cualquiera que se atreva a comparar este asunto tan fétido con aquel otro que en su día denunció el anterior líder del PP, Casado, un poco antes de ser desterrado de la política activa precisamente por hacer lo que debía: denunciarlo.
Efectivamente no son dos casos exactamente iguales. Por eso se comparan. Pero siendo sinceros y quitándonos la camiseta de forofos de nuestro equipo preferido, ¿resulta tan inadecuado compararlos? Veamos.
Ambos se retrotraen a uno de los momentos más difíciles y traumáticos que hemos vivido en los últimos años, aquellos días en que nos amanecíamos con una cifra inasumible de muertos a consecuencia de un virus que nos pilló a traición. Ambos tienen que ver con la suprema necesidad de intentar protegernos con lo que a falta de las vacunas, que llegarían más tarde, era lo único que parecía auxiliarnos ante la propagación por contagio del virus: las mascarillas. Y en ambos aparece un tipo listo y sin ningún tipo de escrúpulos que aprovecha el miedo y el dolor que está sufriendo la gente durante lo más duro de la pandemia para montarse el más extraordinario negocio de su vida (Koldo, Tomás Ayuso). Ambos, por último, resulta que están en la situación soñada para rematar sus respectivos pelotazos gracias a las privilegiadas relaciones con un poderoso e influente político o política que todos conocemos.
Independientemente de las diferenciales que naturalmente es obvio que las hay, dudo que en toda la historia de nuestra cada vez más sustancial corrupción política exista otro caso más similar, por más que en el primer caso, el del hermanito, se haya saldado archivando la causa judicialmente y sin más repercusión que la de cambiar un líder político por otro (Núñez Feijóo por Casado), y que en el segundo asunto, el de Koldo, aún no sepamos las responsabilidades y repercusiones judiciales que vendrán a continuación.
En cualquier caso, cuánto adelantaríamos todos si no mirásemos con tanta condescendencia lo sucedido cuando la mierda mancha a los nuestros y con tanta arrebatada furia cuando la cagada es de los de enfrente. Qué pena que solo seamos capaces de pedir tolerancia cero y exigir políticos honestos y honrados justo en el bando que no votaremos jamás.
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