Inmediatamente a caer eliminado de la Liga de Campeones, el Cholo que suele salir corriendo al túnel de vestuarios tras cada partido, se encaminó en este caso al centro del césped del Metropolitano y comenzó a exigir con aspavientos aplausos para su plantilla, como si su equipo en vez de haber caído derrotado, se hubieran proclamado campeón de Europa.
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Los aficionados del Atlético que como es natural parecían decepcionados y deprimidos al verse una vez más eliminados por el eterno rival, siguieron abandonando las gradas del estadio con la cabeza baja y sin hacerle caso después de ver como su equipo plagado de estrellas tan luminosas como Griezmann, Álvarez o Sorloth, apenas si se había limitado durante el partido y dos prórrogas a defenderse con algún esporádico contraataque. Pero Cholo siguió a lo suyo, pidiendo aplausos. Más tarde se encaminó a una rueda de prensa en la que intentaba aleccionar a los periodistas pidiéndoles muy alterado que levantaran la mano todos aquellos que hubieran visto que Julián Álvarez había tocado con los dos pies el balón en su disparo del penalti.
A lo largo del partido se habían producido varias jugadas muy polémicas en contra del Real Madrid como una mano de Giuliano en el área, un pisotón de Correa a Brahim o una tarjeta roja perdonada a Lenglet tras el penalti cometido sobre Mbappé, pero Simeone seguía empeñado en instalar en la opinión pública una versión paralela de los hechos distinta a la que todo el mundo había visto en el terreno de juego. Ya que su equipo había caído derrotado en el cómputo global de la eliminatoria, no se resignaba a no salir victorioso en su empeño por conseguir la victoria con un relato falso de los acontecimientos: esa vergonzosa injusticia cometida contra la brillante estrategia y el juego desplegado por su equipo por culpa de un árbitro que para favorecer al Real Madrid había decidido no hacer la vista gorda en la infracción cometida por Julián Álvarez en el lanzamiento del penalti y tener la osadía de aplicar bien la normativa anulando el gol.
De todo esto se deduce que aunque el entrenador del Atlético de Madrid sea el mejor pagado del mundo a pesar de su discretísimo palmarés en cuanto a títulos conseguidos, se ha equivocado de profesión. El Cholo llegaría lejísimos si se lo propusiera liderando o asesorando a cualquier formación política, donde sus grandes virtudes como fabricante de verdades y mundos paralelos cotizan tan extraordinariamente al alza.
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