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Aunque muy atento al buzón, sigue sin llegarme la carta que algunos amigos me dicen que a ellos le ha escrito el señor alcalde, Carlos García Carbayo, sobre la subida de las tasas por la recogida de basuras, que se nos va a aplicar a todos los salmantinos desde este primer mes del año.
Mis amigos me dicen que a ellos les llegó en diciembre, así que a estas alturas de cuesta de enero en la que vamos, supongo que ya no la recibiré pues me aseguran que no venía certificada. Se habrá perdido.
Y es una pena porque a mí siempre me ha hecho mucha ilusión y más en estos tiempos del socorrido y vulgar email, recibir una carta de las antiguas, de esas que están en vías de extinción y que llegan repartidas por un cartero de carne hueso como el de Pablo Neruda. Una carta escrita en papel físico redactada con cierto esmero y quién sabe si con alguna falta de ortografía, que son las mejores y las que denotan que detrás de la misma hay un ser humano y no cualquier robótica inteligencia artificial.
Dicen mis amigos que la carta del señor Carbayo venía con alguna que otra mentirijilla, como la de atribuir al Gobierno de Pedro Sánchez (¡qué obsesión por Dios!), una subida que en realidad viene impuesta desde Europa y que además el propio PP salmantino ha decidido adelantar a pesar de que podría haberse impuesto no inmediatamente sino a partir del mes de abril. Pero en fin, qué es una buena carta si no está sembrada de medias verdades y medias mentiras.
Yo recuerdo con una nostalgia infinita aquellas cartas que me escribía mi primera novia en mi adolescencia, a pesar de las mentiras tan gordas que me largaba un párrafo detrás de otro. Como cuando me decía que me querría toda la vida y que jamás sería capaz de vivir sin mis besos. No he conocido nunca a persona más mentirosa. Sin embargo, todavía me emociona volver a leerlas.
Comprendo que hay quien esté molesto con el señor alcalde por enviar propaganda electoral gastándose el dinero de todos los salmantinos, pero personalmente yo se lo perdonaría por la maravillosa emoción que me produce de pronto recibir carta. Pero el caso es que a mí no me ha llegado y la verdad es que me siento como el coronel retirado en la isla de la maravillosa novela de García Márquez. Aquel que no tenía quien le escribiese.
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