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Mañana, elecciones en el País Vasco, ese charco de sangre que por obra y gracia de una sociedad moralmente podrida ha acabado convertido en un lago cristalino. Ya tenemos delante de nuestra impotencia otro día de la infamia, con los terroristas y sus desalmados seguidores meándonos encima. Parafraseando a Hunter S. Thompson, miedo y asco en el País Vasco.
Podría entenderse que ETA asaltara el poder a su estilo natural, el tiro en la nuca, las bombas, la extorsión…, pero ver a estos asesinos tomándolo a través de la democracia, es la mayor perversión en Europa desde 1945. Hitler estaría hoy orgulloso, pues su odio ha calado en esta España corroída por el mal. El Mal. Hablo de Lucifer paseándose entre nosotros mientras nos ponemos «moraos» a tapas y a goles del Madrid. Nos han hecho indolentes y eso ha sido la victoria de los enemigos de la paz y la democracia.
No me entra en la cabeza que estemos asistiendo -y permitiendo- este espectáculo de puro nazismo, en Madrid, en Barcelona, en Bilbao…; que quienes tendrían que estar pudriéndose en la cárcel -como nos pudriríamos usted y yo por robar una gallina- anden sueltos dando abrazos, concediendo entrevistas y decidiendo por todos nosotros, los indolentes. Veo a Otegui en las portadas de los periódicos, y mi vómito llega a las Aleutianas, pues en esas mismas portadas hace no tanto estaban los niños reventados por la metralla, las embarazadas, los políticos, los militares, los pobres guardias civiles y policías salmantinos asesinados por el fundamentalismo vasco. Y como dice la canción de «Intocable», ¿y todo para qué?, ¿para ver a la ETA en los gobiernos?, ¿a los asesinos pisotearnos a las víctimas?, ¿para ver la dignidad mancillada, la democracia secuestrada? ¿Y todo para qué?
Mañana se consuma otro episodio de la gran orgía de la deshonra, y nos la tendremos que comer con patatas. Nos mearán y nos ducharemos como si nada. Nos juzgarán y nos arrastraremos ante la infamia. Será así, piensa la sociedad, porque nos hemos acostumbrado a la tara o a recordar a Miguel Ángel Blanco como si fuera parte de una historia de los hermanos Coen. Pobres «etarras» incomprendidos que destrozaron miles de vidas, que arrasaron conciencias y que forzaron al exilio a miles de vascos. ¿Y todo para qué?, ¿para ver a Otegui ametrallándonos con su sádica sonrisa?, ¿para seguir viendo a Pedro Sánchez volar el Estado de Derecho y la normalidad democrática? Pues sí, y todo para esto mientras sigamos sin creer que la culpa es nuestra y de nuestros votos.
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