Observo que seguimos muy preocupados por el bienestar del urogallo, del lobo, del etarra, del violador… todo ello en aras de una carrera de chiflados para ver quién se pone primero el taparrabos y quién conquista (de nuevo) la caverna. Ya estamos en el umbral.

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Vivimos un momento crítico de la Historia, y la gran desgracia es que no somos conscientes de ello: ha calado entre la gente el conformista «será así», de ahí la degradación social que estamos sufriendo. Y la amnistía de Sánchez me carga de razón. Eso sí, el urogallo está a salvo. Y el etarra, también. Y los delincuentes. Y los dictadorzuelos que ahora se han visto retratados siguiendo (y aplaudiendo) a su amado líder.

Las fuerzas políticas (y sociales) que se dicen demócratas, como los liberales, los tres o cuatro que quedamos, o partidos conservadores como el PP, que hacen bandera de la sensatez que todos ansiamos, tienen, tenemos (sí, le digo a usted) la obligación de, por un lado, plantar cara al folclore progre que nos lleva a Venezuela de cabeza, y, por otro, de coger el toro de la regeneración por los cuernos de una santísima vez.

Esto no va de rojos y de azules, de soltar frasecitas como el «keep calm» de Madelman Sánchez, el hombre; no va de que los diputados de Feijóo le aplaudan como tontos. Que no, que Feijóo no es Luis Miguel ni el Congreso «Operación Triunfo». No hay que aplaudir, hay que trabajar. El PP, es decir cualquier partido cabal del mundo todavía libre, tiene ante sí un momento excepcional para abandonar el oscuro y peligroso camino tomado. Ha llegado la hora de llevar a la política al quirófano para extirparle todos sus males, sus vicios; para extirparle a sus palmeros, la enfermedad terminal de la democracia. Sólo saneando la política podremos salvarnos, y si alguien lo puede hacer es el PP, pues el PSOE es víctima (siempre lo ha sido) de su ludopatía por el juego sucio y de sus propios fantasmas, sólo suyos. No obstante, soy pesimista: no creo que al PP se le llegue a encender «la bombilla» de la regeneración, pues solo hay que ver el núcleo duro de Feijóo, mediocre en el mejor de los casos.

Hay que estar preparado cuando Sánchez caiga, que caerá, y no hablamos ahora de la sana alternancia de poderes, hablamos de rearmar a una sociedad parasitaria y perdida, a imagen de la casta. El sistema ha fracasado y hay que volver a la escuela, todos. Volver a empezar (gracias José Luis Garci).

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