Llegados a este punto de la Historia de España que nos está tocando vivir, y asustado por los acontecimientos involutivos que se están sucediendo -¡abajo la inteligencia!, claman las izquierdas y los naZionalistas dejando a su paso un reguero de destrucción moral e institucional- , no sé si mis sentimientos habitan en la rendición de Breda, más allá de la exquisitez de Velázquez, o empapados por las lágrimas del Hernán Cortés de La noche triste. Imposible darles una explicación coherente a esos sentimientos convertidos por la incomprensión en un amasijo de chatarra.
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Llegados a este punto de barbarie y con nuestra democracia disolviéndose por segundos, sólo queda el rey como guardián y garante de nuestros restos y de nuestras abatidas esperanzas. A diez años de su proclamación como Felipe VI, poco ha cambiado en España salvo mantenernos a flote en la tempestad, aunque haciendo bueno el espíritu de la aldea de Astérix: toda España está ocupada -parasitada más bien- por golpistas, terroristas, corruptos descarados e imbéciles… ¡Toda no! Gran parte de Hispania resiste todavía y siempre al invasor. Y aquí estamos aún, españolito que vienes al mundo te guarde Dios, haciendo frente a nuestros pecados y al Mal impune disfrazado de libertad. Sé un buen demócrata, vota a Txapote.
Llegados a este punto, el rey es nuestro único apoyo, la viga maestra de nuestros valores, históricos e institucionales; sin viga maestra somos (somos ya) un guirigay de repúblicas bananeras sometidas por gente como Jordi Pujol (y este tipejo, ¿cuándo entra en la cárcel?), Otegui, Pablo Iglesias, Zapatero o Pedro Sánchez, cinco ejemplos de lo peor que nos ha pasado. Que nos está pasando, en riguroso directo. Felipe VI, su templanza, su rigor institucional, nos está salvando de la quema, siendo ya un mantra nacional su papel de «muro de contención» frente a tanto desmán y desvarío políticos, frente al invasor. Veremos, porque el Rey solo no puede con todo. Somos nosotros los que tendremos que arrimar el hombro con un voto lúcido, responsable, porque el gran problema de España es la estupidez, es la ignorancia, es la envidia, es el resentimiento, es la mala educación, es el todo vale. Llegados a este punto y como si fuera un claro en la tormenta, sólo me queda seguir gritando, ¡Viva el rey! Lo demás es ruido y golpismo. Y allá cada cual.
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