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España es una fiesta. Y no sólo lo dicen Pedro Sánchez y sus palmeros, sino que también lo airea la BBC británica al sentenciar que somos «la envidia de Europa» en un reciente reportaje. Va a ser cierto eso tan antiguo de las dos Españas, pues debemos vivir en una de ellas, y al parecer nos ha tocado la peor, la más pobre, la más cutre, la más abandonada. Todo es juerga en España… menos en esta parte de España, ¡qué mala suerte!
A un inglés, por muy BBC que sea, lo engañarán con un paseo por Madrid y una cena en «Casa Lucio», pero al españolito de a pie de cualquiera de las dos Españas, lo dudo. Aquí no producimos ya casi nada más allá del turismo, nuestras multinacionales son de juguete y el tejido empresarial pyme, el que importa, está en vías de destrucción, pero somos la locomotora de Europa, dejando atrás a Francia, a Italia, a Alemania y al Reino Unido. Sánchez va a tener razón, un cohete. Lo que no dicen ni el «sanchismo» ni la BBC es que este cohete ha emprendido un viaje a ninguna parte que no sea la estúpida idea del «carpe diem» aplicada a la Economía.
Cualquiera que esté en el mundo real sabe que España es ya un Estado fallido de manual más allá (incluso más allá) de la corrupción y la inmoralidad patrias; no paran de decir que somos inmensamente ricos y que seguimos creciendo y creciendo, pero la cruda realidad es que cada vez son más los millones de españoles que viven subsidiados, el famoso escudo social que Sánchez vende como un logro pero que no es más que un inmenso fracaso. Tan ricos, pero tan desharrapados. Somos campeones europeos en desempleo, ni dios quiere trabajar y el que trabaja lo hace con desgana, la plaga bíblica del trabajo. Y la deuda pública, esa deuda invisible que nos está comiendo como una gangrena que no para de crecer siguiendo la máxima socialista de que «el dinero público no es de nadie», la misma que nos ha traído hasta aquí desde los tiempos de Felipe González.
Mientras tanto, en esta España invisible que nos ha tocado a usted y a mí, que no es cohete sino carro de tracción humana, comprar una vivienda no está al alcance de casi nadie, alquilarla es una competición olímpica, y la independencia juvenil ni se contempla. Somos los genuinos representantes del mundo al revés, un suburbio de Maputo con muchos supermercados. Que alguien nos lo explique, a ver si lo entendemos.
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