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El pasado jueves escribía sobre la necesidad urgente de recomponer la sociedad con savia nueva como única salida a un mundo en crisis y descarrilado, aunque tarea harto difícil sino imposible. Ya no valen los parches ni las palabritas para seguir manipulando y engañando a lo que los demócratas de pacotilla llaman «el pueblo», pero que no somos más que una masa encadenada y obediente. No hay mucha esperanza y el viejo mundo, que es el actual, revienta cualquier posibilidad de regeneración, anunciando que no está dispuesto a abandonar el poder ni sus privilegios. La savia, para las plantas.
Busquen el nombre de Javier de Paz (Valladolid, 1958) si no lo conocen. Se lo resumo: alguien que lleva décadas instalado en las más altas -y jugosas- estructuras empresariales y cuyo currículo profesional se reduce a ser militante del PSOE. Esto es España.
La nueva cúpula política de «Telefónica» acaba de anunciar a De Paz como nuevo presidente de Movistar+, compañía en la que este señor lleva en su Consejo desde 2007, entre otros chollos.
El nuevo pope mediático -justamente ahora que Sánchez busca blindarse- es un hombre invisible, como tantos, para mantener en la sombra su particular «carrerón», el cual está apoyado en una extraña diplomatura en Información y Publicidad (por su generación tendría que ser licenciado en Ciencias de la Información) y en «estudios de Derecho», según reza su currículo en la propia «Telefónica». Y tener «estudios de Derecho» es lo mismo que ser coleccionista de cromos o seguidor del Sporting de Gijón. El que fuera secretario general de las Juventudes Socialistas entre 1984 y 1993 ha acumulado espléndidos cargos en su vida. Todo un experto en triunfar con un perfil bajo, tanto académico profesional como personal, pues su gran habilidad es la discreción, que nadie hable de él, consciente de su increíble vida «Disney». Su biografía podría titularse «De Valladolid al cielo».
La savia definitivamente es para las plantas, pues nadie renunciará a estas golosas prebendas políticas, bien en cargos institucionales, bien en los empresariales (fruto del vínculo político), bien en los puestos rasos, donde se desenvuelven miles y miles de estos tipos. Concejales, diputados, senadores, cargos de libre disposición que, en silencio, mantienen a lo largo de décadas y décadas sus momios, incapaces como son de desarrollar cualquier actividad laboral e intelectual que no sea aplaudir. Rectifico, más que savia nueva, necesitaremos un milagro.
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