Insistiendo en estar muy preocupado con el mundo actual, no creo que sea desviarme de un sentir ya general, a pesar de las toneladas de intoxicación radioactiva que nos caen encima cada segundo en forma de manipulaciones de noticias, cuando no noticias falsas puras y duras. El otro día un amigo, con una gran formación universitaria y una brillante carrera profesional, me escribía: «¡que se joda Trump! Nunca volveré a visitar los Estados Unidos ni compraré sus productos». Me recordó a los tiempos, bien cercanos, en que acomodadas élites profesionales votaban con una mano entusiasmados al Podemos de Pablo Iglesias y con la otra agitaban un «Macallan» de 25 años. Así, con este grado de hipocresía e idiotez, no vamos a ninguna parte que no sea adonde ya hemos llegado: el colapso, una noche con cualquiera de los «broncanos» que pululan por las pantallas impartiendo doctrina y pensamiento único.

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Por supuesto que no me gusta el mundo al que nos ha traído una legión de incompetentes, déspotas y corruptos a los que ha aupado una masa viscosa de votantes similar al «blandiblú». No me gusta la política macarra de Washington, tampoco la corrupta de Sánchez, y mucho menos la tibieza exasperante de Bruselas. Por supuesto, no me gustan los dictadores, por no hablar de Cuba, olvidada… Por no gustarme, no me gusta la política más inmediata, la que se hace en Salamanca, que es ninguna. Bueno sí, la siesta... Pero el problema es Trump.

Al margen de un milagro, sólo veo una solución a este terrible «impasse», que no es otra que savia nueva. Hablo de conocimiento, de integridad, de visión, de responsabilidad, y aunque suene fascista, de valores morales y espirituales. Resumiendo: sangre en las venas. La juventud es el futuro, evidente, pero hoy por hoy tampoco es la solución, alineada como está con el conformismo. Tampoco lo es la ancianidad, y ahí están Trump y Biden. Parafraseando a Dorothy en «El Mago de Oz», ya no estamos en la antigua Roma. Ahora mismo nuestra Ciudad Esmeralda es sobrevivir y salir de esta… Miro a mi alrededor y en todo el mundo sólo escucho dos discursos coherentes con la realidad de nuestro tiempo, los de Ayuso y los de la italiana, Giorgia Meloni, el resto, paja, ofuscamiento y sensiblería para regocijo de la masa verde del «blandiblú».

Sólo veo un «camino amarillo»: insuflar urgentemente savia nueva en la sociedad…. desde el colegio. Largo lo fío.

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