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«Muchachos, antes de votar pregúntense a sí mismos: ¿en qué lado de la historia quiero estar? Esto les planteaba Michelle Obama a los hombres americanos el pasado sábado en Kalamazoo, Michigan, durante un mitin de Kamala Harris en defensa de la cobertura sanitaria de la mujer y sus derechos reproductivos. Ruido «woke» ampliamente difundido el martes a toda plana por «The New York Times», primer vocero de esa siniestra contracultura que ha destrozado Occidente.
Pero la pregunta de la esposa del ex presidente Obama -que en sus ocho años de mandato bien podría haber arreglado algo en Estados Unidos y en el mundo- me viene de perlas para nuestra propia actualidad, en manos de un imbécil como Errejón. Porque el gran problema de hoy no es ese hipócrita de bragueta fácil y mano suelta, o la imputada Begoña Gómez, o su Begoño, o el macarrilla de Koldo, o la inútil de Yolanda Díaz, no: el problema somos nosotros, la opinión pública, los que votan con el culo opciones terroríficas y antidemocráticas como fueron en su día Podemos, Sumar o el PSOE de Sánchez, un náufrago en su mar de autocracia, mientras sus seguidores los siguen como miembros numerarios que son de una secta supremacista, en su caso dedicada al odio, al rencor y a la cutrez.
No podemos ser un país tan tonto, me niego a aceptarlo, aunque todas las señales conduzcan a esa condición de alelamiento, indolencia y egoísmo. Ahora nos escandalizamos con lo de Errejón, cuando era lo previsible. Algunos lo sabíamos desde el famoso 15-M de 2011, aquel movimiento de caraduras y caraduros -y mucho ingenuo- que nos ha traído hasta aquí y cuyo único fin fue asaltar la paz social, la democracia, el legado de la Transición y por supuesto las arcas públicas. De allí salieron los Errejones, Monederos, Iglesias, Monteros, Belarras o «nuestro» Pablo Fernández, que dejó la dura vida en un quiosco en León por el terciopelo de los parlamentos. Bendito 15-M, ¿verdad Pablito? ¡Viva la revolución, chavales!
Michelle Obama tiene razón en el enunciado de su pregunta: ella habla de estar en el lado del bocazas de Trump o en el de la pusilánime de Harris, y aquí hablamos -gritamos- de estar del lado de la corrupción y del abuso de poder o en el de una España cabal y próspera, en la que no tengan cabida golpistas, criminales, payasos, delincuentes y babosos, y sí la igualdad, la libertad y la Justicia. Y para eso sólo hacen falta dos dedos de frente al ir a votar, no veneno ideológico en las neuronas.
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