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Cada día estoy más preocupado por la difícil situación que vivimos, y no me refiero a Ucrania, ni a los «prontos» de Trump, ni a la crisis migratoria; ni siquiera me refiero a esa Unión Europea cuya mediocridad y cobardía han acabado raptando a Europa. Si Tiziano levantara la cabeza… Me refiero al hombre, ¡nosotros!, ahora mismo en un estado de completa degradación y adicto a mensajes contaminados y a cacharros tecnológicos que nunca llegaremos a manejar con destreza. Nos han hecho creer que el saber es posible sin asistir a clase, y ahora se hace más certero que nunca nuestro celebérrimo proverbio local: lo que la naturaleza no da, Salamanca no lo presta. Y así estamos, con el mundo dirigido por aquello con lo que ya en 2001 Anthony Hopkins dijo estar aterrado: la dictadura de los mediocres. Casi 25 años después, esa dictadura es una realidad y ha invadido y colapsado nuestras vidas, nuestros trabajos, nuestra democracia, nuestros consejos de ministros, nuestras universidades, nuestra burocracia, nuestros medios de comunicación (con la televisión como gran patrocinadora de lo mediocre y del mediocre).

Podrán decir, lo dicen, que los críticos con este presente oxidado y amante de las dictaduras, ya sean atrozmente clásicas como la cubana (¡¡¡Cuba libre ya, por Dios!!!) o amparadas en partitocracias como la española, estamos locos, obsesionados con algún fin del mundo mitológico, o presos de la melancolía de un mundo anterior al asesinato de John Lennon. Podrán decir lo que les de la gana, pues a fin de cuentas el mediocre es un soldado al servicio de un mundo que está desandando el camino de la Civilización. Por eso a los sociatas, por ejemplo, se les llena la boca con la palabra «progreso», pues no hay mayor contaminación mental que la perversión del lenguaje, como si fuera —lo es— un «Cara al sol» reducido a píldoras monocordes: progreso, progreso, progreso…

Pero el cambio —al menos una reconducción— a los críticos se nos hace hoy prácticamente imposible. Por darle un tono actual y trágico, se estrella un avión en Washington y sabemos que los mediocres andaban sueltos por allí. No son accidentes, son cadenas de errores cada vez más frecuentes en esta selva de ineptitud e infelicidad. Y por eso, mucha gente de la masa crítica tiende hoy a desaparecer, consciente de que estamos rodeados.

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lagacetadesalamanca Estamos rodeados