Entre el material de todo tipo que circula estos días por nuestros móviles en torno a Sánchez y su impresentable manera de mantenerse aferrado al poder, me ha entusiasmado un párrafo del discurso de despedida de la Casa Blanca del 40 presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan, el 11 de enero de 1989. «We the People». Precioso, ¿verdad? Nosotros, el pueblo. Ahora que la gente se tatúa cualquier idiotez para los restos, qué gran idea para lucir algo potente y hermoso: «We the People». Tatuado en las neuronas y enseñado en las escuelas.

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Nosotros, el pueblo resume lo mejor de la civilización occidental, la nuestra, la de los hombres libres e iguales, y la que «sanchistas», islamistas, terroristas y «nazionalistas» se han propuesto derribar, unos con bombas, otros haciendo un uso torticero de los parlamentos y de la Ley, o desactivando las instituciones del Estado, desactivándonos a nosotros, el pueblo. El discurso de Reagan no deja lugar a dudas y deja fuera del marco democrático a quienes se aferran al poder mediante la mentira, la ignominia de esos estómagos agradecidos que son los diputados rehenes, y la voladura de la viga maestra, la Constitución. «We the People -dijo Reagan aquel día- le decimos al Gobierno qué hacer, no nos lo dice él… Somos el conductor y el Gobierno es el coche; nosotros decidimos dónde ir, qué ruta tomar y a qué velocidad…».

Nuestra Constitución es un documento en el que nosotros, el pueblo, le decimos al Gobierno qué se le permite hacer…» Para cualquiera, la idea es (debería ser) bien clara y es nuestro privilegio: Nosotros, el pueblo. Sin embargo, en casi medio siglo de democracia aún una buena parte de la sociedad española no ha entendido el significado de la palabra «libertad» y sí la de «sometimiento».

Hemos ido a peor, y la investidura de Sánchez es la prueba del algodón. España fue todo un ejemplo de convivencia y energía positiva tras la muerte (en la camita) de Franco; digirió con madura sensatez la legalización del Partido Comunista y aceptó con el mejor de los espíritus democráticos el triunfo del PSOE en 1982, algo que en aquel momento pareció un terremoto que no fue… Superamos con estoicismo de acero y lágrimas el acoso asesino de ETA, y aquí estamos, ante quienes ahora quieren destruir la democracia y la convivencia. Por nuestra brillante historia, por el revuelto presente que nos toca vivir, y por un mejor futuro, no olvidemos que nosotros somos el pueblo. Gracias Ronnie por recordárnoslo, pues la memoria nos falla en esta orilla del Viejo Mundo (www.reaganfoundation.org).

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