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En Salamanca, siempre volvemos a la Plaza; para el turista es el lugar por excelencia y, para los salmantinos, la caja que guarda nuestros recuerdos y siempre buenos, siempre vinculados al paseo, al sol, a la lluvia romántica, a la lluvia nostálgica, a un café, al trasiego universitario y a un paso del tiempo que parece detenerse entre tanta historia que rezuma de sus medallones.
Pero, aunque tanto le debemos a la Plaza Mayor, en Salamanca nos hemos empeñado en no corresponderla, en no estar a su altura y tratarla como si fuera un bazar de polígono. Para un turista es una lotería llegar a Salamanca y encontrarse con una Plaza como es, hermosa, esplendida, espectacular… pues es casi imposible encontrarla despejada de cacharros y cachivaches varios. A estas alturas, hemos visto de todo: elefantes, corridas de toros, exposiciones de camiones de basura y, sobre todo. muchas verbenas.
Les encantan los escenarios y cuanto más cutres, mejor, como el que hay ahora mismo instalado con la disculpa del Facyl. La Plaza más que un monumento emblemático, parece un desguace al que va a parar todo el detritus festivo sin que nadie con mando en plaza -nunca mejor dicho- sea capaz de comprender que la principal atracción turística de la ciudad no es un trastero. Y aún entiendo menos que ni la UNESCO ni Patrimonio adviertan al Ayuntamiento del mal uso que se le da de continuo y que no es más que un atentado consentido. Ahora, por si fueran poco los escenarios, las casetas y los decibelios, han llenado los balcones con más de cien grandes retratos de Lorca y personajes vinculados al poeta granadino… El montaje, al margen de lo artístico, muy respetable, es un chirrido estético.
Todo un gran trabajo que en el marco de la Plaza Mayor queda diluido, ridículo, pues no guarda las proporciones entre obra y continente. Además, tengo la desagradable sensación desde hace muchísimo tiempo que en Salamanca todo vale para llenar huecos y el tiempo del personal, da igual jeques de goma que poetas andaluces. No hay criterio en general, y no hay respeto alguno a la Plaza Mayor, un toro que debería agarrar Carlos Carbayo esta legislatura. Hay que buscar nuevos espacios, nuevos rincones, y no decepcionar al visitante con el casi habitual escenario de la orquesta chunda-chunda. Lo triste también es que los políticos sí son conscientes del desaguisado, pues no sé si fue Lanzarote o Mañueco quien anunció que se ponía fin a los festejos en las Plaza Mayor por los obvios daños y molestias. Aquello no pasó de una declaración de intenciones, y así seguimos en la fiesta del pueblo, eso sí, lorquiana.
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