Tenemos en cuidados intensivos a España, mi querida España (gracias Cecilia), pero los españoles están de vacaciones, y por supuesto sus políticos, que al parecer nos les pagan todavía lo suficiente para que hagan horas extra y dejen por un rato su estado vegetativo. Estamos al borde del colapso institucional, político y social, pero gracias a la inercia que imprimen cuatro bobos funcionarios, cuatro bobos trabajadores y cuatro bobos empresarios, España sigue más o menos funcionando. Lo que no sabemos es cuánto tiempo podremos mantenernos dentro de esta situación de deterioro supersónico.

Publicidad

La mayor parte del país vive ajena, o al menos lo parece, a la tragedia que provoca el asalto de cuatro mierdas nacionalistas a la gobernabilidad de España, a su Constitución y a su Monarquía, gracias, claro está, a unos políticos que están dispuestos a quebrar la paz y el bienestar para satisfacer sus enfermos intereses, como es el caso de Sánchez, ahora convertido (también) en un hortera cojonudo y sin brújula. Paco Martínez Soria era Hubert de Givenchy al lado de este colega de la peor escoria «nazionalista». España con boina, con mala uva, con caspa, con mucha caspa, y ahora dependiendo de un prófugo de la Justicia como es el impresentable de Puigdemont, y me pregunto con qué ánimos se ponen cada día los jueces de este país sus togas. La Ley es la Ley, es imposible que sea tan interpretable y laxa como nos quieren hacer ver y tragar, hasta el punto que un delincuente huido pueda decidir el destino de cincuenta millones de ciudadanos honestos, ¿qué, alguna aclaración?

Y mientras tanto, Feijóo, el hombre que tiene el mandato de apalizar al «sanchismo», también de vacaciones, sin nada que decir, sin nada que criticar, sin nada que ofrecer, esperando que una carambola le favorezca. Así no, Mariano Feijóo, así no. Menos mal que Ayuso Mon Amour al menos habla, aunque sea agosto. Escucha Mariano: mucho Navarra, mucha independencia para Cataluña, pero nadie dice nada -palabras de Ayuso - «de cómo bajar el paro, no los veo pelear para ver quién construye más vivienda, quién va a trabajar por la España rural, por los problemas de natalidad… Nadie está pensando en España», y retó a Sánchez a explicarse, que es lo mínimo que se le puede exigir. Tal cual lo cantó Cecilia, es: «Mi querida España, ¿dónde están tus ojos?, ¿dónde están tus manos?, ¿dónde tu cabeza?».

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Disfruta de acceso ilimitado y ventajas exclusivas

Publicidad