Cito bastante a Arturo Pérez Reverte, lo sé. La última vez, el pasado jueves. Admiro al escritor cartagenero, aunque me gusta más su condición de viejo reportero, es decir, sinónimo de hombre curtido y no un cantamañanas más sin oficio ni beneficio de los muchos, cada vez más, que tenemos que sufrir tanto dentro como fuera de la política.
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Sobre el «regreso» del fugitivo Puigdemont a España el pasado jueves, con el vomitivo show que todos ya conocemos al detalle, Pérez Reverte se despachó en la red X con un simple y mordaz -marca de la casa- comentario: «Mortadelo y Puigdemont». No hay más que decir, señoría. España es un chiste sin gracia, una bomba fétida, un numerito de variedades del Teatro Chino de Manolita Chen. Toda esta gentuza política, de Sánchez para abajo, elijan personaje, nos ha llevado de cabeza a las cavernas. La tan criticada «España en blanco y negro» del franquismo era en realidad esto y son ellos: la España de 2024. Elijan personaje, de uno o en uno, por docenas o por toneladas. Vale más un saco de chapulines de un mercado de Oaxaca que el Parlamento entero catalán, sede de una soberanía irracional, y hasta el español, infectado por terroristas (ni olvido ni perdono), independentistas, reventadores como los fachas de izquierda y vividores y curanderos al por mayor modelo «rufianoide». La España de Mortadelo y Puigdemont a toda pastilla y sin frenos. Y más en blanco y negro que nunca para escarnio de quienes creímos en su brillo y en el impulso definitivo que le daría nuestra ejemplar democracia. Ahora, de lo ejemplar hemos pasado directamente y sin anestesia al sacrilegio moral e institucional y al sacrificio puro y duro de esa democracia, la nuestra, ¡joder!, la nuestra, y todo para dar cobijo a una pandilla de sinvergüenzas fuera de la Ley, pues la ley es ellos. La dictadura a la carta, por si alguien aún sigue tragando con las ruedas de molino de esa milonga llamada superioridad moral de la izquierda y su mierda de justicia social, toda una afinada fábrica de eunucos a su servicio para dar gusto al Mal, ya sea la corrupción más descarada o la destrucción del Estado, que ya no está sólo en manos del terror y los naZionalismos, sino en aquellos poderes centrales que tendrían la obligación suprema de protegernos precisamente de sus más salvajes enemigos. Sin embargo, esperen sentados, pues ya han visto como Sánchez y todos los de su Gobierno han desaparecido del mapa. ¿Todos? No, todos no: Bolaños nos ha presentado en redes a su peluquero, una cuestión de Estado. Del estado de Mortadelo & Puigdemont.
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