Borrar

Cómo estará de contaminada nuestra democracia, que el presidente del Gobierno anuncia un adelanto de elecciones -técnicamente por el descontento generalizado de la ciudadanía con su política-, y todo el mundo pensamos de inmediato lo mismo, con nuestros teléfonos ardiendo el pasado lunes por la mañana: ¿qué esconde Pedro Sánchez?, ¿cómo él, un poseído por la vanidad y la petulancia puede humillarse así? Tratándose de este presidente, ni de un acto en teoría digno, lógico y consecuente en una democracia sana, podemos fiarnos. Da miedo. Pero a la espera de salir de dudas el próximo 23 de julio sobre la verdadera intención de Sánchez, las elecciones del pasado domingo han dejado sabrosas consecuencias y, sobre todo, esperanza y crédito para un país que había perdido la cabeza votando opciones tan desmadradas como el «sanchismo» o la casta podemita.

La más inmediata, la vuelta de la sensatez que, hoy por hoy, desaparecido Ciudadanos -con excepciones en Salamanca como las de Doñinos, Villares o San Cristóbal de la Cuesta-, sólo aporta el PP, pues Vox no acaba de asentar su perfil ideológico. Veremos si el entendimiento de Abascal con el PP les ofrece de una santa vez hechuras de partido serio, o van a seguir con las tonterías y zancadillas de los García-Gallardo, Monasterio y Ortega Smith, que los han llevado a perder crédito y todo el peso en Madrid.

De hecho, mucho «huído» del PP a Vox ha vuelto, para alegría de Mariano Feijóo, que ya se ve presidente, otro problema. Feijóo si llega a La Moncloa será como siempre en este país: por incomparecencia del contrario, por puro aburrimiento. Pero a Feijóo ya le ha llegado el tiempo de actuar con decisión, tiene que hablar claro, tiene que ofrecer un programa potente y de futuro, tiene que limpiar su partido de palmeros, y tiene que ser consciente de que él es el líder de un partido conservador, no del PSOE. Basta ya de progres de derechas, que bastante tenemos con aguantar a los de izquierdas. El modelo y las formas de la «nueva» España que necesitamos es Isabel Díaz Ayuso, lo cual es obvio -y ahora mucho más-, aunque los machistas de la política española, de Sánchez para abajo, lo siguen negando. Por lo tanto, no más acomplejados, por favor; no más manos tendidas. Y por suerte, no más «Podemos»… Lo que los ciudadanos queremos, en todos los partidos, son trabajadores de la política, no profesionales de la vaselina que sólo nos llevan a un insoportable y exasperante vacío. La eternidad hueca.

Esta funcionalidad es exclusiva para registrados.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

lagacetadesalamanca Miedo y esperanza