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Los que vivimos en el mundo real, que no es el caso del «sanchismo», bien sabemos que España no va bien por mucho mantra mecánico que suelte Robocop Sánchez con la ayuda de sus negacionistas de la verdad, ministros y palmeros varios, como el diputado por Salamanca, David Serrrada, que se lució una vez más el otro día poniendo de vuelta y media al PP por no votar a favor del decreto «ómnibus». ¿No dice nada ahora Serrada de lo que acaba de hacer su amo con el delincuente Puigdemont, que es justo lo que le pedía Feijóo sin chantaje alguno? Pues nada, Serrada ahora calla, le va en el sueldo, como les va, no nos engañemos, a los del Partido Popular, que tienen en el silencio su puesto de trabajo. Sí, tenemos ahora mismo en escena a la peor clase política que hayamos conocido nunca, la menos preparada, la más servil, la más hortera, la más procrastinadora, es decir, vaga por naturaleza. Y por eso, un «sanchismo», este u otro, es posible.
Pero no nos desviemos de «la realidad», la que usted y yo bien conocemos y sufrimos cada día. Cada día.
Dice Sánchez desde el atril de Moncloa, su función más franquista, que donde dije digo, digo Diego, y vuelve a abrazarse al delincuente Puigdemont, con quien negocia en Suiza, no en España, no, ni siquiera en la Unión Europea, y negocia no para trocear un decreto, sino para continuar troceando a España entera, para desollarnos a todos. Y quien aún viva en el «limbo sanchista», que lea los «greatest hits» de las mentiras (como puños) de Pedro Sánchez, que ayer resumía el diario «El Mundo» `para consumo de los desmemoriados que en nuestro país se cuentan por millones.
Y allí, españoles todos, estaba él, con su sempiterna y falsa sonrisa de yo, presidente, regodeándose de paso, y una vez más, con la buena marcha de nuestra economía y el empleo, obviando los trucos de magia de su Gobierno para maquillar los datos, obviando que tenemos la peor tasa de paro de la UE y el desempleo juvenil más alto; obviando que la economía española está con la respiración asistida que cada día le ponen los millones de empresarios que tratan de mantener el país en marcha; obviando que la calidad del empleo en España es un desastre precisamente por sus no políticas o por sus brindis al sol, como la reducción de jornada laboral o el «escudo social» (¿no va España tan bien?) El «sanchismo», efectivamente, va como un cohete. Lo que no dice es que es basura espacial.
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