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Jueves y aún no me he recuperado de ver a los popes del socialismo salmantino defendiendo en tromba en LA GACETA del pasado martes la amnistía pactada con el prófugo Puigdemont para alcanzar la investidura de Sánchez como presidente del Gobierno, golpe de Estado en toda regla al que asistiremos hoy con sus aduladores a sueldo rompiéndose las manos ante su amado líder. Entre tanto, los «fascistas», los fascistas que sólo existen en el viejo disco rayado de este PSOE irreconocible y troglodita, lloramos por las esquinas el colapso de la democracia. Hasta grandes culpables de que estemos donde estamos, como Alfonso Guerra, Felipe González o Juan Luis Cebrián, han tenido la decencia de levantar la voz contra este asalto al orden constitucional… y a la Corona.
Estos últimos días, cuando la amnistía parecía ya inevitable, me venían a la mente los socialistas salmantinos, ¿qué pensarían?, ¿cómo afrontarían este marrón 'sanchista'?; los imaginaba incluso sin salir de casa, paralizados por la vergüenza, aunque me sorprendía que nadie saliera a la palestra a unirse al lamento de todo un Felipe González, su otrora ídolo. En absoluto, ellos en la barricada radical del Grupo de Puebla, (queridos 'hooligans', no confundir con Puebla de Sanabria)… Va a ser verdad esa frase de George Santayana que tanto me gusta: «Sólo los muertos verán el final de la guerra…». Con esta gente es imposible toda concordia, como se demostrará hoy en el Congreso, ya sede de la impostura nacional. El PSOE ha sido definitivamente secuestrado por populistas y palmeros profesionales, el cáncer terminal de la política española.
Se escudan los socialistas salmantinos -imagino que aprendido de corrido de una circular de Ferraz para tontos de provincias- que los gobiernos los conforman las mayorías. Y yo les pregunto a estos ases del Derecho, ¿constituir un Parlamento nacido del engaño y la mentira al electorado es democrático? El PSOE se ha hartado hasta hace unos días a jurar y perjurar que no habría amnistía para prófugos y delincuentes. No tengo nada más que añadir, señoría.
No hace falta ser jurista, como presumen algunos, para saber que la investidura de Sánchez sólo obedece a oscuros instintos totalitarios para arrodillar al pueblo haciendo saltar por los aires la separación de poderes y la independencia judicial. Españoles todos, que diría Francisco Sánchez Bahamonde, hoy muere Montesquieu. DEP.
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