Haz las cosas bien

Mientras la bella Francia arde (otra vez) y el tonto-tontísimo de Macron culpa del incendio social a los videojuegos; mientras la tonta, pero tonta-tontísima de Yolanda Díaz, regala 20.000 euros a los jóvenes para que sean unos parásitos agradecidos; mientras el no menos tonto y más malísimo de Pedro Sánchez se pasea por la telebasura para decir que «él es bueno», con gracietas como la de invitar a pasear en el «Falcon» al patético, pero que muy patético del enano Wyoming, el ciudadano normal, los pocos que vamos quedando, no sabemos ya dónde meternos, dónde encontrar vida inteligente.

No sé a ustedes, pero a mí la indignación y la vergüenza ajena, me matan. Me siento más un personaje feliz de «Los supersónicos» que un humano, pues con este género de retrasados, inútiles y criminales es imposible identificarse. No es la primera vez que recurro a la escena para definir esta hecatombe social y cultural: me siento Charlton Heston en la playa antes los restos de la Estatua de la Libertad, los restos de la caída «programada» de nuestra civilización. Y mientras, la derecha, lo único que nos puede salvar aquí y acullá, en lugar de mantener un perfil bajo, de concordia y sintonía, utilizando lo mejor de ambos, PP y Vox, gusta de enzarzarse en discusiones de patio de colegio, cuando lo único que importa es acabar con el «sanchismo» y empezar a reconstruir nuestra maltrecha sociedad.

El vídeo de Feijóo me ha encantado, pero hace falta mucho más que paseos por el monte, equipos de imagen y presumir de haber votado a González (claro síntoma de los complejos del candidato conservador). Feijóo necesita, como él repite en el vídeo, el mantra familiar de «haz las cosas bien, sé serio y piensa en los demás». Pero necesita un equipo muy profesional, nada que ver con los del verano azul, pero sobre todo necesita mucho valor y que no le tiemble el pulso para acometer los cambios estructurales que necesitamos por muy dolorosos que sean para todos, empezando por la reducción drástica y sin titubeos del déficit público, y que el gasto sólo sirva para crear riqueza y bienestar, no desolación social y dependientes. Ya saben, el proverbio es viejo, enséñame a pescar… En cuanto a Vox, también le convendría bajar su nivel de testosterona y cumplir con el papel que le toca y que le están pidiendo sus votantes: ser un apoyo fiel y fiable del PP. No hay otra. El miedo no puede entrar en campaña electoral; una campaña sólo necesita esperanza, ilusión, ideas y determinación para llevarlas al papel.