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Sí, hablemos de Salamanca, que estamos en Salamanca, más olvidada, hundida y pobre si cabe por culpa -además de por tantos otros factores crónicos- de la gravísima crisis política e institucional que estamos sufriendo, más la prefabricada polarización de la sociedad por parte de los enemigos de la democracia que van de Pedro Sánchez a Yolanda Díaz pasando por los «nazionalistas» catalanes y vascos.

Esta crisis y esta polarización han traído a nuestras vidas olvido. Sólo existen ellos, sus egos y sus odios. Y como toca hablar de Salamanca, decir que hemos desaparecido, la vida diaria ha desaparecido, la economía ha desaparecido y la grave crisis, que ya está aquí, ha sido convenientemente arrinconada por el mayoritario poder de las televisiones de esta España bolivariana en la que sólo existen Bertín Osborne, Daniel Sancho, María Teresa Campos, Tamara Falcó y todo el zoológico de «First dates», lo más nauseabundo de la tele-basura que se ha apropiado de la conciencia de los españoles, incluida su voluntad de voto.

Salamanca no existe. Ayer mismo pude comprobar cómo en más de media ciudad hay tan sólo cuatro grúas de construcción, y una de ellas estaba en una obra parada. La actividad es casi inexistente y volvemos a la misma canción de la crisis del 2008: subsistimos gracias a los funcionarios, los únicos que aguantan -de momento- el envite de esta esquizofrenia política. Ayer también nos desayunábamos en LA GACETA con un verano que ha sido desastroso para el empleo local, con casi mil desempleados más, y suponiendo que el periodo estival para Salamanca debería ser un potente motor de trabajo. Si a ello le sumamos que las empresas no encuentran personal ni cualificado ni sin cualificar para cubrir sus vacantes, el resultado sólo es uno: una sociedad fracturada por quienes tendrían la obligación de velar por nuestro bienestar y desarrollo.

Lejos de ello, estamos desapareciendo mientras oímos todos los santos días hablar de una lluvia de miles y miles de millones de euros en ayudas europeas para la recuperación y el impulso económicos, aunque aquí ni un solo euro de dichas ayudas nos llega. Ni trenes, ni grúas, ni euros. Nada. Por no tener no tendremos ni una red de residencias geriátricas dignas, que es lo único que vamos a necesitar masivamente de aquí a pocos años en este gulag de «la raya» llamado Salamanca.

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