Gracias por matarnos

Confieso que cada minuto he de hacer un esfuerzo ímprobo para no caer en la complacencia de la sociedad actual de hacer «normal» lo que simplemente es una aberración, como ocurre con el blasfemo blanqueamiento que se ha hecho del terrorismo, y en el que la izquierda nos ha metido sin remedio con lo que mejor sabe hacer: la intoxicación continuada.

Todo es mentira, mis queridos lectores, todo, o al menos todo hay que ponerlo en cuarenta, algo imposible para la mayoría y agotador para quienes aún nos revolvemos contra el ogro, para quienes nos resistimos a ser triturados por este ventilador de odio activado por dictadores, ayatolás con corbata y con esas caras, ¡ay, esas caras!, que son el espejo del alma: la maldad y la ignorancia, cuando no el salvajismo directamente, ¿verdad Otegui?

La última puñalada rastrera que ha recibido mi pobre cerebro vino hace unos días en boca de la que fuera ministra del ayatolá Sánchez y actual portavoz sociata en el Ayuntamiento de Madrid, Reyes Maroto. Esta individua, o lo que sea, se despachó esta semana en el suplemento madrileño del diario «El Mundo» afirmando (perdón, vomitando) que los socialistas «con Bildu mejoramos la vida de los españoles». Parafraseando a «Siniestro total», ayatollah, no me toques la pirola, me da igual tú, indecente Maroto, que Omar Josu Sánchez, claros ejemplos del material de derribo intelectual y moral que nos gastamos en la cúpula política española, la que bendice el tiro en la nuca. En nombre de los mil muertos de ETA, gracias; sin duda su muerte fue para «mejorar» ellos, sus familias y todos nosotros, españoles a los que aún nos queda un hueco de decencia. En nombre de las víctimas de ETA, gracias por la goma-2, gracias por acribillarnos; gracias, gracias por secuestrar a Ortega Lara y a Revilla. En nombre del ingeniero Ryan, gracias; en nombre del coronel Heredero y del capitán Aliste, gracias, grandísimos sinvergüenzas.

Pero lo que más sorprende aún si cabe en estos lodazales del terrorismo «etarra» que tanto nos mejora, es que semejantes bestialidades pronunciadas por figuras tan públicas como una ex ministra pasen casi desapercibidas, otra señal de que todo es «normal» y que ETA fue un grupito de colegialas más próximas a la Lolita de Nabokov que a los perros asesinos que son y que ni siquiera se pudren en la cárcel, al revés, los jalean en sus pueblos y pisan las cálidas alfombras del poder bajo las que habitan los cadáveres y la corrupción. En la calle sólo queremos seguir mejorando: tiros en la nuca para todos, ya.