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A pesar de que han pasado mil años, con sus correspondientes noches, no he olvidado una contundente frase de Basilio Martín Patino en una entrevista que le hicieron en el diario La Vanguardia: «Añoro un mundo que nunca existió». Y hoy, cada día de este presente distópico, la tengo bien presente, y cómo no tenerla en este momento en el que están ocurriendo cosas que creíamos bien patrimonio de los libros de Historia, la Historia sangrienta y liberticida, patrimonio de los libros de ciencia ficción (mucha ciencia, poca ficción) y del cine.

Salimos de la primera ronda del debate de investidura de Alberto Núñez Feijóo, y sólo me alivia que el candidato «popular» ha dado signos de vida en el Marte de su alma gallega. Si me pongo exquisito, diría que el candidato me lee, de ahí que se haya puesto las pilas. Su intervención en el Congreso, sin duda sede de la burricie nacional, ha sido brillante, valiente, clara y sin un ápice de los clásicos complejos del PP. Lástima que tenga de guardia pretoriana a gente como Cuca «risitas» Gamarra, individua encantada de haberse conocido y mediocre donde las haya. Me gustó Feijóo en su derrota. Al fin alguien se da cuenta de la importancia de morir con dignidad y de que el mensaje es más importante que el medio (lo siento, mi admirado Marshall McLuhan). La libertad está en juego. La libertad. Anoten: la libertad.

Lo visto, lo escuchado en el Congreso estos dos días ha sido una nueva vuelta de tuerca a la locura en la que estamos sumidos como nación, como sociedad. Escuchemos a Ayuso, y soy neutral: recordad Venezuela. ¿Que aquí no puede pasar?, ¡ja! Tampoco podía pasar en Cuba y van sesenta años, 60. Recordemos Venezuela. Recemos por Venezuela. And pray for Spain.

Sin ir más lejos ni entrar en territorios de terroristas, racistas, vividores, horteras, dictadores y Armengoles varias (y varios), lo de Pedro Sánchez no tiene un pase, su chulería es carne de Código Penal y su falta de respeto hacia la democracia, hacia todos nosotros, una señal de peligro extremo. España se va a la mierda, nos vamos a la mierda y seguimos cantando al ritmo de payasos como Óscar Puente (diputado en zapatillas, ¿o tengo que decir «sneakers»?) Como diría mi amigo Alfredo: «¡Otra de gambas!»

Sí, añoro un mundo que nunca existió, cómo no añorarlo.

Escrito en el exilio. Bar de la Estación de Ferrocarril de Vilar Formoso, ayer, una tarde de septiembre y sintiéndome parte del éxodo judío.

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