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El domingo aterricé desde el futuro, porque, aunque en España nos parezca una entelequia viviendo como nos gusta vivir peligrosamente el presente, el futuro existe y es agradable vivir en él, incluso para los nostálgicos que cada día nos estrellamos contra una pared de mala educación y alienante tecnología. A veces da gusto saber, incluso tocar, que no todo está perdido y que, en contra de las tesis ecologistas propias del mejor Hollywood de catástrofes, sí hay plan B. De hecho, es mejor que el A, en el que tercamente vivimos, zambullidos en una agria macedonia de asesinos surfistas, políticos de mercadillo y toda una cohorte de terroristas contra el Estado a los que millones de descerebrados se empeñan en votar buscando que lluevan bombas y miseria.
Aterrizas en España, en este presente continuo aburrido y abrasador, y rápidamente sientes que algo falla, pues no se puede hacer más ruido con menos argumentos. De un lado, Pedro Sánchez con su «troupe» de pijos-antisistema; de otro, el Partido Popular, que no para de decirse a sí mismo que han ganado las elecciones, ¿que habéis ganado quéééé? Aquí, que se sepa, que sepamos los que hemos votado, no ha ganado nadie, por desgracia nadie. Intentar llegar al poder a base de rebañar cuatro escaños o reventando España, es sencillamente pornográfico, un intento desesperado y totalitario de excitar a los votantes cautivos, a los palmeros, a los muchos estómagos agradecidos.
Me repito, elijan: o más, mucha más dictadura «sanchista» o llegar a una entente cordial PP-PSOE para gobernar (sin nacionalistas, sin soberbias y sin Yolanda Díaz); o si lo prefieren, vamos a unas nuevas elecciones, que sería el mal menor, aunque viendo el riego sanguíneo del electorado, cualquier cosa puede salir del bombo, y menos democracia por supuesto, porque somos un pueblo escandalosamente idiota y envidioso. Todo es posible en esta bacanal de país: hasta Ada Colau ministrable. De Irene Montero a Ada Colau, el triunfo de la insignificancia.
Aterrizo en España y miro a quienes están a punto de embarcar preguntándome si son conscientes del sentimiento de libertad que están a punto de experimentar. Ahora mismo subir a un avión es evadirte, la realidad paralela que sólo se vive en los «chemtrails» que van de un lugar a otro ajenos a la realidad. La dura realidad. La dura estupidez.
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