Si España es la víctima principal del nuevo Gobierno del implacable y artero rodillo «sanchista», Salamanca es un vertedero de los arrabales de Manila, lo seguirá siendo por los siglos de los siglos gracias a una casta política que no ha podido hacer menos por nuestro progreso; al revés, han hecho más, han hecho todo lo posible porque literalmente desaparezcamos del mapa, como han hecho con León, con Zamora, en definitiva con toda la raya con Portugal, como si hubieran querido crear un foso de depresión al estilo de la zona desmilitarizada de Corea (DMZ) que, sobre el paralelo 38, separa el Norte del Sur. Así al menos es como veo nuestra situación geopolítica en el mapa: aislamiento y abandono. Pobreza y despoblación. Silencio en el viento en definitiva.

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Ya he recordado en numerosas ocasiones que las dos únicas «aportaciones» del PSOE al desarrollo salmantino fueron la cárcel de Topas -que vendieron como un magno «proyecto» cargado de funcionarios- y ese monumento a la corrupción «felipista» que es el cuartel de la Guardia Civil en el barrio de La Vega. Cuánto daño a los ojos y cuánta miseria política encierra ese lugar, recuerdo de los días de aquel sinvergüenza llamado Luis Roldán, cuando el socialismo cateto era portada de «Interviú» en calzoncillos y Carlos Solchaga, ministrazo de Economía, alardeaba de la política del pelotazo que tanto ha robado, que tanto daño ha hecho y sigue haciendo corregida y aumentada.

Y aquí estamos, en 2023, en la DMZ charra. Charrajevo en Españistán. No hemos avanzado gran cosa desde entonces, y unas tres décadas nos alumbran. Los socialistas en este tiempo hasta desmantelaron nuestras líneas férreas, incluida esa belleza que fue la conexión de La Fregeneda-Barca d´Alva. Enrique Barón se llamaba el ministro-ejecutor socialista de aquella barbaridad de la que nunca, nunca, nos recuperaremos. Algunos tenemos memoria más allá de Franco.

Hoy, ya ven, luchamos porque nos pongan algún trenecillo más a Madrid, como luchamos por el enlace de Buenos Aires, pues ni siquiera se dignan a atender (tampoco lo hizo el PP, le recuerdo al señor Bermúdez de Castro) una obra tan menor como necesaria. Del resto, ni hablamos, parches y más parches. Y así estamos, gimoteando ante una casta política que tendríamos que correr a gorrazos hasta la desembocadura del Guadalquivir.

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