La velocidad de las noticias, sean noticias o meras estupideces prefabricadas, ha hecho que la actualidad sea algo del pasado, sin tiempo como estamos para digerir lo que está sucediendo, para reflexionar sobre lo que sucede y sus consecuencias. Y así, cualquier asalto al necesario orden institucional y social es posible. Por ello, y por nada más, estamos como estamos, sumergidos en una ciénaga de confusión y mentira.

Publicidad

Desde un plano estrictamente personal, no me avergüenza decirles que, cada día, me arrepiento de mis últimos veinte años, recreando en mi cabeza el momento exacto en el que me confundí en el cruce de caminos de mi vida. He aprendido, eso sí, a vivir con el error, haciéndome a la idea que vivo en una sociedad suicida. Ser un afortunado, un privilegiado en muchas cosas, no me libra del sufrimiento de vivir en un país encantado de destruirse, sin hueco para el progreso. España murió en el siglo XX y hoy no es más que un trozo de tierra a la deriva. Me mareo, me marea esta España pilotada por piratas, con el odio, el saqueo y el engaño por banderas. Y no se esconden: se prodigan en la prensa e incluso hablan, no tienen vergüenza. La mentira alcanzó la condición de virtud.

Siento España clavada como una daga en mis ilusiones, mientras se supone que espero la formación de un Gobierno (sí, ¡sorpresa!, España necesita un Gobierno). Pero no, antes que la gestión y el equilibrio, antes que controlar, al menos controlar, el caos de la Sanidad (me remito a LA GACETA de ayer), están la boda de Tamara, el surfista descuartizador, la luna de miel de Tamara, huevos de oro Rubiales, la segunda luna de miel de Tamara, el nuevo abogado del descuartizador, el posible embarazo de Tamara, y de nuevo huevos de oro Rubiales y su «no dimisión». España no tiene problemas y no seré yo quien diga lo contrario, entre otras cosas porque ya he dejado de creer en ella, en su futuro, y también en su dignidad. Por cierto, ha nacido una «estrella»: leo con asco y estupor que el Festival de Cine de San Sebastián presentará una entrevista sobre la vida y «obra» del hijo de Satanás de Josu Ternera. El terror y la muerte en las alfombras rojas.

Decía: han pasado más de veinte años desde que me bajé en la estación equivocada, desde que decidí entregarme a España en la causa de la fe en la modernidad. Y aquí sigo, solo y expulsado de toda esperanza, mirando el reloj del «British Bar» de Lisboa como si yo mismo fuera parte de una escena de «En la ciudad blanca».

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Disfruta de acceso ilimitado y ventajas exclusivas

Publicidad